viernes, 7 de mayo de 2010

TRIBUNA ABIERTA

En defensa del rector de la PUCP
Por: Federico Prieto Celi Periodista
Publicado en el El Comercio

He visto la publicación interna “En defensa de la PUCP”, con una carga de contenido que no me atrevo a calificar, pero que me ha movido a escribir estas líneas a favor del rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú, doctor Marcial Rubio.

Quiero que el rector no esté en rebeldía con el Estado de derecho y la Constitución Política del Perú, como lo está mientras no convoque a sesión de la junta de administración.

Quiero que el rector sea ratificado por la Santa Sede y no pase a la historia de su universidad como un rector no confirmado, como ha pasado, lamentablemente, el anterior rector, una buena persona por otro lado.

Quiero que el rector esté a bien con sus alumnos, confundidos ahora con dos versiones de los hechos, una que sostiene el Tribunal Constitucional y otra que sostiene él, cuando es obvio para casi todos los peruanos que la justicia se ha pronunciado a favor de la verdad y él estaba —y sigue estando— equivocado.

Porque el doctor Marcial Rubio tiene tres deudas que saldar.

La primera es con don José de la Riva Agüero, convocando a la junta de administración, creada en su testamento, para velar por el buen uso de los bienes materiales de la casa de estudios.

La segunda, con la Santa Sede, acomodando los estatutos de la PUCP a la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, con el fin de adecuarse a la normatividad de las universidades católicas.

Y la tercera con sus estudiantes, a los que debe decirles la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Lamentaría mucho que el rector no eligiera el camino de la rectificación, que es el único digno que le queda. Es de gente noble rectificar. Es de gente inteligente rectificar. Es de gente buena rectificar.

Solamente así podrá mantener la autoridad moral que necesita para mirar a la cara al cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima y gran canciller de la PUCP, al claustro de profesores, a la comunidad de estudiantes y al equipo de empleados administrativos.

Afirmar fraternalmente que la rectificación es el único camino que tiene el rector es hacer su mejor defensa, sin ironías, doble sentido ni maldad.

Ir contracorriente, dilatando las cosas, apelando a tribunales foráneos, distrayendo a la opinión pública con argumentos insostenibles, es meterse cada vez más profundamente en un callejón sin salida, sin salida digna se entiende.

Para rectificar no necesita de nada ni de nadie, pues tiene en sus manos los instrumentos legales: la sentencia del Tribunal Constitucional y la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae.

El diálogo comienza con gestos de buena voluntad. Nadie dialoga con quien le tira piedras, aunque sean piedras que rebotan en el tejado de quien las lanza.

Cumpliendo el requisito natural de enmendar rumbo primero, es preciso ir al diálogo, teniendo en cuenta el nivel de cada cual. Cuando el arzobispo de Lima y gran canciller de la universidad habla con el rector de la misma, la conversación será la de dos autoridades que buscan lo mismo, cada una en el sitial que le corresponde.

Lo contrario es estratagema para intentar engañar a terceros y no búsqueda de la eficacia en la verdad y en la justicia.

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