jueves, 4 de febrero de 2010

TRIBUNA ABIERTA

La mala educación
Zenon Depaz – La Primera

Más allá de las intenciones de los actores involucrados, el alcance inicial de la irrupción del siempre ocurrente Jaime Bayly en el escenario político, involucra mayores elementos que su nada desdeñable exposición mediática. También algo tiene que ver con los temas básicos, muy puntuales, que con gran perspicacia ha escogido y puesto en la mira, con visos programáticos, en una suerte de estrategia de choque a la que el formato irreverente cuadra a la perfección, dada la esencial ambigüedad que le corresponde, puesto que puede interpretarse ya sea como que acentúa el golpe (en tanto mordacidad) o lo atenúa (en cuanto mera broma).

Se ha destacado al respecto lo dicho por nuestro personaje sobre los privilegios de la Iglesia Católica en nuestro país, que ciertamente los tiene, empezando por la educación, donde, casi nadie suele comentarlo, incide directamente sobre la formación de parte considerable de los docentes de la Educación Básica, a través de ciertos institutos pedagógicos, no sólo privados sino también públicos, considerados emblemáticos. Además, tampoco es un secreto la fuerte influencia –de larga data– de aquella iglesia en el Ministerio de Educación, a través de reconocibles operadores en el área sensible de la capacitación de los docentes en ejercicio, con los resultados hoy a la vista. Hábilmente, el novísimo candidato, que sabe del peso perdido por la Iglesia Católica debido a la influencia de otras corrientes cristianas o simplemente por el descreimiento, apela a la natural demanda de equidad por parte de esos otros actores.

Se ha destacado igualmente lo dicho por él con respecto a las Fuerzas Armadas, abriendo una inusual discusión sobre su necesidad, ante un electorado con inmensas necesidades insatisfechas, empezando por las más elementales, entre las cuales difícilmente podrá hallarse la de defensa externa, cuando desde las más altas esferas del poder se pondera las bondades de agentes externos que depredan a su gusto nuestro mar, o nuestras selvas y montañas, y surcan por doquier nuestros cielos. También en este tema la apelación alcanza, a pesar de las ideas políticas de su emisor, a los que sobran en el banquete depredador.

Cabría remarcar también lo dicho por nuestro personaje con respecto a la educación, al denunciar como una farsa los discursos sobre la supuesta atención por su calidad, mientras los autores de aquellos discursos (empezando por los funcionarios del ministerio correspondiente) tienen cuidado de no matricular a sus hijos en colegios públicos. Punto. Incuestionable verdad, que mientras persista hará posible el voto de castigo al que apela la recurrente figura del outsider.

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