TRIBUNA ABIERTA
Cultura, ciencia y tecnología
Por Juan Incháustegui
La creación de un nuevo ministerio —que se encargaría de la cultura— planteada por el Gobierno hace que aparezcan los comentarios usuales sobre su utilidad y de los riesgos de generación de más burocracia y, peor aun, de clientelismo político; o más claramente de puestos de trabajo para los militantes del partido de gobierno, que no cesan de reclamar más participación en la maquinaria del Estado.
Si bien este debate es válido, ya que expresa la natural preocupación ciudadana frente a la realidad de copamiento de la función pública por militantes del partido gobernante; el debate de fondo debe referirse a la importancia de la creación de un nuevo órgano de gobierno del máximo nivel, que esté dedicado a la promoción y la gestión de la cultura en todas sus expresiones y como institución promotora de su desarrollo y consolidación.
Dada la amplitud del concepto de cultura, correspondería abrir entonces un intercambio de ideas sobre las funciones de un ministerio para los fines antes indicados, ya que es posible considerar, bajo el concepto de cultura, todas las expresiones del saber, el arte, las costumbres y la tradición de una comunidad o grupo humano. Y, naturalmente, bajo ese sombrero puede caber todo.
Sin recusar ese análisis ni tratando de evadirlo, preferimos plantear aquí una cuestión previa, que consiste en analizar y dilucidar si la ciencia y la tecnología son parte de la cultura y de ser así, proponer entonces que el ministerio propuesto abarque ese espacio. Es decir, que sea un ministerio de cultura, ciencia y tecnología.
Sostenemos al respecto que la ciencia y la tecnología son campos representativos e integrantes de la cultura y más aun, con el avance exponencial del conocimiento y de los medios de su difusión, resultan siendo el nervio, el músculo y la cara de la cultura.
Permítasenos al respecto una digresión sobre tales vínculos, recordando por ejemplo que la mejor definición de la ingeniería dice: Es la profesión que combina el arte y la ciencia con el fin de crear soluciones o alternativas para mejorar una situación. Es decir, que la ingeniería, que es también el campo más usual para la aplicación de la tecnología, es arte. Y, por cierto, todos por simple sentido común estaremos de acuerdo en que no hay obra de ingeniería —es decir de conocimiento y tecnología aplicados— que no sea finalmente una expresión de arte.
Por otro lado, es sabido que en nuestro país la política de ciencia y tecnología es casi inexistente. Y por eso en los mensajes presidenciales no suele merecer ni una mención. También es conocido que la inversión en ciencia y tecnología no llega ni al 0,3% del PBI y que del número de doctores dedicados a la investigación científica o del número de patentes es mejor no hablar, para no quedar traumados.
Vale la pena entonces hablar ahora de un ministerio de cultura, ciencia y tecnología.
[*] Ex ministro de Energía y Minas
Por Juan Incháustegui
La creación de un nuevo ministerio —que se encargaría de la cultura— planteada por el Gobierno hace que aparezcan los comentarios usuales sobre su utilidad y de los riesgos de generación de más burocracia y, peor aun, de clientelismo político; o más claramente de puestos de trabajo para los militantes del partido de gobierno, que no cesan de reclamar más participación en la maquinaria del Estado.
Si bien este debate es válido, ya que expresa la natural preocupación ciudadana frente a la realidad de copamiento de la función pública por militantes del partido gobernante; el debate de fondo debe referirse a la importancia de la creación de un nuevo órgano de gobierno del máximo nivel, que esté dedicado a la promoción y la gestión de la cultura en todas sus expresiones y como institución promotora de su desarrollo y consolidación.
Dada la amplitud del concepto de cultura, correspondería abrir entonces un intercambio de ideas sobre las funciones de un ministerio para los fines antes indicados, ya que es posible considerar, bajo el concepto de cultura, todas las expresiones del saber, el arte, las costumbres y la tradición de una comunidad o grupo humano. Y, naturalmente, bajo ese sombrero puede caber todo.
Sin recusar ese análisis ni tratando de evadirlo, preferimos plantear aquí una cuestión previa, que consiste en analizar y dilucidar si la ciencia y la tecnología son parte de la cultura y de ser así, proponer entonces que el ministerio propuesto abarque ese espacio. Es decir, que sea un ministerio de cultura, ciencia y tecnología.
Sostenemos al respecto que la ciencia y la tecnología son campos representativos e integrantes de la cultura y más aun, con el avance exponencial del conocimiento y de los medios de su difusión, resultan siendo el nervio, el músculo y la cara de la cultura.
Permítasenos al respecto una digresión sobre tales vínculos, recordando por ejemplo que la mejor definición de la ingeniería dice: Es la profesión que combina el arte y la ciencia con el fin de crear soluciones o alternativas para mejorar una situación. Es decir, que la ingeniería, que es también el campo más usual para la aplicación de la tecnología, es arte. Y, por cierto, todos por simple sentido común estaremos de acuerdo en que no hay obra de ingeniería —es decir de conocimiento y tecnología aplicados— que no sea finalmente una expresión de arte.
Por otro lado, es sabido que en nuestro país la política de ciencia y tecnología es casi inexistente. Y por eso en los mensajes presidenciales no suele merecer ni una mención. También es conocido que la inversión en ciencia y tecnología no llega ni al 0,3% del PBI y que del número de doctores dedicados a la investigación científica o del número de patentes es mejor no hablar, para no quedar traumados.
Vale la pena entonces hablar ahora de un ministerio de cultura, ciencia y tecnología.
[*] Ex ministro de Energía y Minas

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