TIBUNA ABIERTA
La clave está en la gestión
Por Carlo Trivelli
El Comercio
El marco definitivo que la ley le brinde al futuro ministerio es solo el primer paso. El segundo es que haya una verdadera voluntad política de sacar la cultura adelante y una certera convicción de que, al hacerlo, todos nos beneficiaremos. Pero, además, hay una serie de retos que deberán enfrentar quienes asuman la responsabilidad de dirigir el nuevo ente público para convertirlo en lo que realmente debería ser: un motor del desarrollo.
Dado lo limitado de los recursos que se destinarán a cultura, el primero de los desafíos será encontrar fuentes de financiamiento que complementen la asignación que se le otorgue al ministerio de cultura en el presupuesto general de la nación. Es importante que se tomen en consideración fondos concursables y donaciones deducibles de impuestos, en un sentido parecido al que consta en el actual proyecto, pero no solo para la entrega de bienes patrimoniales al ministerio, sino para que este obtenga dinero que pueda invertir en sus proyectos. Una ley de mecenazgo, como la que promueve la congresista Luciana León, resultaría un excelente complemento a la propuesta de creación del ministerio de cultura.
El segundo de los grandes retos de la gestión del ministerio tiene doble cara: descentralización y pluralidad. Un ministerio de cultura no puede convertirse en un ente censor que decida cómo debe ser la cultura nacional, sino que debe estar abierto a todo tipo de manifestaciones, sin discriminación de ningún tipo —en ese sentido, resulta extraño que el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo incluya, entre los entes que se fusionan para crear el ministerio, a la Academia Mayor de la Lengua Quechua y no mencione a ninguna otra institución que represente a alguna de las otras lenguas que se hablan en nuestro país—. Esto significa, en última instancia, que en el accionar del ministerio deben primar siempre los criterios técnicos.
Un último reto, sobre todo de cara a la inclusión del Instituto de Radio y Televisión Peruana en el seno del ministerio, es el de la autonomía. La lucha por una televisión pública, en vez de un canal del gobierno, es de larga data en nuestro medio; con su inclusión en el ministerio, se debería generar mecanismos para garantizar que el canal del Estado sea efectivamente el canal de todos.
Por Carlo Trivelli
El Comercio
El marco definitivo que la ley le brinde al futuro ministerio es solo el primer paso. El segundo es que haya una verdadera voluntad política de sacar la cultura adelante y una certera convicción de que, al hacerlo, todos nos beneficiaremos. Pero, además, hay una serie de retos que deberán enfrentar quienes asuman la responsabilidad de dirigir el nuevo ente público para convertirlo en lo que realmente debería ser: un motor del desarrollo.
Dado lo limitado de los recursos que se destinarán a cultura, el primero de los desafíos será encontrar fuentes de financiamiento que complementen la asignación que se le otorgue al ministerio de cultura en el presupuesto general de la nación. Es importante que se tomen en consideración fondos concursables y donaciones deducibles de impuestos, en un sentido parecido al que consta en el actual proyecto, pero no solo para la entrega de bienes patrimoniales al ministerio, sino para que este obtenga dinero que pueda invertir en sus proyectos. Una ley de mecenazgo, como la que promueve la congresista Luciana León, resultaría un excelente complemento a la propuesta de creación del ministerio de cultura.
El segundo de los grandes retos de la gestión del ministerio tiene doble cara: descentralización y pluralidad. Un ministerio de cultura no puede convertirse en un ente censor que decida cómo debe ser la cultura nacional, sino que debe estar abierto a todo tipo de manifestaciones, sin discriminación de ningún tipo —en ese sentido, resulta extraño que el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo incluya, entre los entes que se fusionan para crear el ministerio, a la Academia Mayor de la Lengua Quechua y no mencione a ninguna otra institución que represente a alguna de las otras lenguas que se hablan en nuestro país—. Esto significa, en última instancia, que en el accionar del ministerio deben primar siempre los criterios técnicos.
Un último reto, sobre todo de cara a la inclusión del Instituto de Radio y Televisión Peruana en el seno del ministerio, es el de la autonomía. La lucha por una televisión pública, en vez de un canal del gobierno, es de larga data en nuestro medio; con su inclusión en el ministerio, se debería generar mecanismos para garantizar que el canal del Estado sea efectivamente el canal de todos.
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