jueves, 29 de octubre de 2009

TRIBUNA ABIERTA

El sueño de Luis Jaime Cisneros
Por: Luis Alva Castro
Fuente El Comercio

El novelista norteamericano William Faulkner dijo una vez que la sabiduría consiste en tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen. Este es el caso de Luis Jaime Cisneros. Su vida es la de un hombre que persigue el sueño de vivir en un país libre, justo y culto, y todas sus lecciones se expresan en ese empeño.

Mensaje de vida
En el Perú que le ha tocado vivir a Luis Jaime Cisneros, durante sus 88 años, la mayor parte del tiempo dos fuerzas conspiraron contra el futuro: la prepotencia y el egoísmo. Estas fuerzas han detenido nuestro desarrollo y conducido a la sociedad hacia un empobrecimiento tanto económico como ético y hacia una crisis espiritual que nos ha llevado durante insoportable períodos hacia la frivolidad, la corrupción y el cinismo. Sin embargo, ha existido espacio para la esperanza. Hemos sobrepasado las dictaduras, con su carga ominosa y sus crímenes que ofenden a la humanidad, gracias a la esperanza. Maestros como Luis Jaime Cisneros nos han mostrado que los seres humanos estamos hechos no solo de muerte sino de vida y de destino, de esperanza y de fe.

Lección de democracia
Alguna vez, Luis Jaime explicó lo que significa ser un buen maestro. Dijo que significa redoblar tu fuente de energía, de juventud, de alegría y, sobre todo, de certeza en el porvenir. Añadió una frase que nunca podré olvidar: “Cuando estás frente a un aula estás frente al porvenir”. Y cuando una excelente periodista le preguntó qué debe saber un buen maestro para enseñar, Luis Jaime le respondió: “Comprender a la gente, saber escuchar”.

-¿Escuchar a todos? —insistió la periodista.

-Sí- respondió Cisneros. “Hay que escuchar a todos porque aun en lo más remoto y oscuro de la opinión ajena hay algo importante que al fin y al cabo te beneficia. Al escuchar, descubres que no eres el depositario de la verdad o de la verdad absoluta. La compartes, a veces, con quienes no tienes idea de que tenías algo que compartir”.

La anterior es una lección no solo para los jóvenes estudiantes en las aulas universitarias. Es una lección de democracia y de concertación para quienes desde el Congreso del Perú aspiramos a diseñar el futuro del Perú.

Un verdadero Quijote
Luis Jaime ha conocido esos momentos terribles en que la prepotencia y el egoísmo han aplastado a la democracia. A los cuatro años de edad llegó a la Argentina acompañando a sus padres en un viaje hacia el destierro político. El maestro ha conocido del enfrentamiento entre la brutalidad y la inteligencia, a través de sus largos años como docente universitario, como periodista, como político, como académico, como hombre de bien.

En todo ese tiempo ha defendido las banderas de Don Quijote, vale decir las banderas de la libertad y la justicia, de la belleza y de la verdad. Enamorado del libro más asombroso de nuestro idioma, se ha compenetrado con los valores que aquel encarna, y los ha defendido todo el tiempo a través de su actuación pública y privada.

El valor de la verdad
Para él, nada sería el mundo, nada sería la sociedad, nada sería el hombre si por un momento dejara de haber alguien que defendiera estos valores. “El día que creamos que la verdad no es ningún valor, no valdría la pena vivir”, ha dicho.

Gracias a este maestro y a unos cuantos hombres como él, en el Perú de nuestro tiempo podemos preciarnos de tener gente que nos trajo sabiduría y fe tanto en el salón de clase como en su propia vida. Rendir un homenaje a Luis Jaime Cisneros da testimonio de la fortaleza de nuestra democracia y de su capacidad de reconocer a quienes dentro de nuestra sociedad son los mejores. En el Congreso de la República lo hemos condecorado hace unos días. Hacerlo significa coincidir con él en su denuncia permanente contra la violencia y la barbarie. Ofrecerle la Medalla del Congreso significa también aceptar, con él, que solamente tiene futuro la sociedad que lee y que cree en la salvación por el arte, la justicia y la libertad. Nos sentimos orgullosos de conocerlo. Nos sentimos felices de compartir con él esta parte de la historia peruana. El sueño que ha tenido durante toda su vida ha sido grande, muy grande, y por eso ha perseverado siempre en creer que el Perú tiene un destino.

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