ARTICULOS DE ASOCIADOS
Edgar Morin en el Perú
Por Luis Jaime Cisneros
Publicado el 30/08/2009 en La República
Por Luis Jaime Cisneros
Publicado el 30/08/2009 en La República
La presencia en Lima del profesor Edgar Morin, ilustre pedagogo francés, ha significado realmente un regalo espiritual y nos ha brindado, con la sencillez de los grandes maestros, hermosas jornadas de reflexión. Autor de fundamentales estudios, respaldados por su claro interés por la educación, defiende una idea primordial: la necesidad de articular las diversas disciplinas para, con ánimo de hacer frente al papel que hoy deben desempeñar las Humanidades, proponer una urgente reforma del pensamiento. Se dice con facilidad, y no es fácil aceptar la propuesta sin un análisis, minucioso y severo, de todo cuanto hemos aprendido el siglo pasado. Como era natural, no lo atraen a Morin los ademanes con que hoy se suele jugar a la erudición, ni las listas numerosas de los prodigios electrónicos.
Todo eso tiene sitio asegurado en la mente humana desde los griegos. Los griegos son punto obligado de su reflexión. Los griegos y los grandes pedagogos franceses. Un primer tropiezo para quienes están instalados en este preciso siglo XXI: no hay que repetir, porque hay que reflexionar. La ciencia no nos viene dada: hay que buscarla y, una vez encontrada, hay que estudiarla, practicarla, mejorarla. Somos nosotros los que aprendemos. Aprender es nuestra tarea más urgente. Hay que ayudar a que podamos reformar el pensamiento. Debemos asumir nuestra condición humana, y no dejar que nos traten como borregos. Si creíamos en el viejo error de que las Humanidades estaban reservadas para algunas disciplinas y vetadas para otras, los siglos pasados nos han puesto en condición de aprender, tras meditado análisis, que hemos vivido erradamente una separación realmente existente. Física y Matemáticas están en el mismo mundo de la poesía y el arte. Era un error de visión real que nos habían impuesto, por no dejarnos avanzar guiados por nuestra intuición y nuestro sano apetito a conocer.
¿Qué significa esa propuesta del profesor Morin? Significa cambiar de horizonte y reemplazar el punto de partida. En vez de preocuparnos por el qué, debemos arriesgarnos, por fin a entrenarnos en el cómo. Es la vieja palabra método que necesita avivar y profundizar su sabor cartesiano, para acertar con la nueva cara que el método nos ofrece, tras siglos de experimentos y tras tanto avance de las ciencias físicas. Nunca establecieron los griegos que el mundo de las letras fuera ajeno (y antagónico) al mundo de las ciencias.
Ocurre que habíamos vivido largo tiempo preocupados seriamente por los textos, que fueron como los depositarios de la verdad.
Morin nos hace ver el error, puesto que, al ignorar los respectivos contextos (por cuyo influjo los textos adquirían el significado que conveníamos en asignarles) perdíamos el significado real de los hechos y las cosas. Los textos ajenos a su contexto no pueden ofrecernos sentido alguno. Es el contexto el que consagra el conocimiento: “el propio texto toma su sentido en su contexto”. La revelación es importante. Mejor lo repetimos con las propias palabras de Morin: “Es primordial aprender a contextualizar y mejor aún a globalizar, es decir situar un conocimiento dentro de un conjunto organizado”.
¿Qué significa para nosotros la visita de Morin? Algo muy importante: la necesidad de reflexionar sobre nuestro sistema educativo. La necesidad de reflexionar sobre el saber. Vamos a ir descubriendo que muchas de las disciplinas que creíamos que debían existir (y enseñarse) de modo independiente constituyen, en verdad, una realidad desconocida en la que nuestros estudiantes deben aprender a buscar el conocimiento.
Hay en toda la obra de Morin una palabra clave: “Todos los conocimientos revolucionarios sobre el cosmos, sobre el mundo físico, sobre la idea de realidad, sobre la vida y, por supuesto, sobre el hombre provienen de las ciencias”. No nos hemos dado cuenta de que las ciencias entraron en complejidad en el siglo XXI. Necesitamos modificar nuestra idea de la ciencia. Lo que creíamos que independizaba y aseguraba el perfil de una disciplina nos impedía ver cuán ligada estaba, necesariamente a otras. Por eso la visita de Morin nos ha revitalizado.
Todo eso tiene sitio asegurado en la mente humana desde los griegos. Los griegos son punto obligado de su reflexión. Los griegos y los grandes pedagogos franceses. Un primer tropiezo para quienes están instalados en este preciso siglo XXI: no hay que repetir, porque hay que reflexionar. La ciencia no nos viene dada: hay que buscarla y, una vez encontrada, hay que estudiarla, practicarla, mejorarla. Somos nosotros los que aprendemos. Aprender es nuestra tarea más urgente. Hay que ayudar a que podamos reformar el pensamiento. Debemos asumir nuestra condición humana, y no dejar que nos traten como borregos. Si creíamos en el viejo error de que las Humanidades estaban reservadas para algunas disciplinas y vetadas para otras, los siglos pasados nos han puesto en condición de aprender, tras meditado análisis, que hemos vivido erradamente una separación realmente existente. Física y Matemáticas están en el mismo mundo de la poesía y el arte. Era un error de visión real que nos habían impuesto, por no dejarnos avanzar guiados por nuestra intuición y nuestro sano apetito a conocer.
¿Qué significa esa propuesta del profesor Morin? Significa cambiar de horizonte y reemplazar el punto de partida. En vez de preocuparnos por el qué, debemos arriesgarnos, por fin a entrenarnos en el cómo. Es la vieja palabra método que necesita avivar y profundizar su sabor cartesiano, para acertar con la nueva cara que el método nos ofrece, tras siglos de experimentos y tras tanto avance de las ciencias físicas. Nunca establecieron los griegos que el mundo de las letras fuera ajeno (y antagónico) al mundo de las ciencias.
Ocurre que habíamos vivido largo tiempo preocupados seriamente por los textos, que fueron como los depositarios de la verdad.
Morin nos hace ver el error, puesto que, al ignorar los respectivos contextos (por cuyo influjo los textos adquirían el significado que conveníamos en asignarles) perdíamos el significado real de los hechos y las cosas. Los textos ajenos a su contexto no pueden ofrecernos sentido alguno. Es el contexto el que consagra el conocimiento: “el propio texto toma su sentido en su contexto”. La revelación es importante. Mejor lo repetimos con las propias palabras de Morin: “Es primordial aprender a contextualizar y mejor aún a globalizar, es decir situar un conocimiento dentro de un conjunto organizado”.
¿Qué significa para nosotros la visita de Morin? Algo muy importante: la necesidad de reflexionar sobre nuestro sistema educativo. La necesidad de reflexionar sobre el saber. Vamos a ir descubriendo que muchas de las disciplinas que creíamos que debían existir (y enseñarse) de modo independiente constituyen, en verdad, una realidad desconocida en la que nuestros estudiantes deben aprender a buscar el conocimiento.
Hay en toda la obra de Morin una palabra clave: “Todos los conocimientos revolucionarios sobre el cosmos, sobre el mundo físico, sobre la idea de realidad, sobre la vida y, por supuesto, sobre el hombre provienen de las ciencias”. No nos hemos dado cuenta de que las ciencias entraron en complejidad en el siglo XXI. Necesitamos modificar nuestra idea de la ciencia. Lo que creíamos que independizaba y aseguraba el perfil de una disciplina nos impedía ver cuán ligada estaba, necesariamente a otras. Por eso la visita de Morin nos ha revitalizado.
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