TRIBUNA ABIERTA
El pensamiento complejo
Por Rocío Silva Santisteban
30/08/2009
Fuente: La República - http://larepublica.pe/node/214828
Mi primer contacto con el antropólogo Edgar Morin fue a través del amor. Exactamente: uno de sus textos sobre “la complejidad” fue publicado en uno de los últimos números de la famosa revista mexicana “Vuelta” y se centraba en la relación amorosa y el apego. Morin planteaba, si mal no recuerdo, que mientras crecía el apego se desintegraba el deseo, y que esto era resultado de la institucionalización del amor. Yo andaba buscando un marco teórico para poder sustentar un análisis de una novela en la que el personaje principal se resiste a toda normalización de la pareja (léase matrimonio o convivencia) e incluso al mismo enamoramiento. Mi hipótesis era que en la vida contemporánea la Utopía del Amor ha caído en desgracia frente al pragmatismo de la “relación de pareja” y la propuesta de Morin algo de razón me daba. Y me preguntaba: siendo el amor nuestra última utopía en una época en que la razón cínica reina sobre todas las cosas, ¿hay alguna manera de evitar caer abatidos debajo de los últimos cristales de su ruina?
En fin. El tema del amor es complejo, pero no es el punto central de las indagaciones de este profesor judío francés de origen sefardí (nacido Edgar Nahum) sobre lo que él y otros investigadores han denominado “el pensamiento complejo”, que sería una manera de entender el mundo desde una perspectiva heterogénea y transdisciplinaria, más difícil por supuesto, pero definitivamente, más intensa.
Se podría especular que lo contrario a pensamiento complejo es un pensamiento simple: simplemente equivocado. Lo contrario, según esta propuesta teórica, es un pensamiento fragmentario que organiza al conocimiento en compartimientos estancos y que no puede tener una apreciación holística de un fenómeno. En otras palabras lo que ahora se denomina “especialización”: centrarse en un fragmento tan ridículo de realidad que solo otro tan especializado como uno puede entendernos. La vocación del “pensamiento complejo” es la de integrar no solo las humanidades entre sí, sino, sobre todo, estas con las ciencias: la matemática, la termodinámica, la teoría de los cuanta, la nueva cosmología. En su famoso libro “Le Méthode” Morin plantea un tetragrama para entender su propuesta: orden/desorden/interacciones/organización. El propósito del pensamiento complejo es enfocar un objeto de estudio en su contexto, en su genealogía, en su devenir.
Por lo tanto, lo que ahora se denomina pensamiento complejo, según Edgar Morin, es un regreso a la mirada de las Humanidades: pensar vinculando, deconstruyendo, linkeando, abriendo diez ventanas en nuestra mente y operando en cross-over. Pero a diferencia del Renacimiento, hoy tenemos un mar de información permanente ametrallándonos al oído. ¿Cuál es el gran riesgo? La dispersión. “La dispersión es la amenaza permanente que gravita sobre mi apertura y mi búsqueda. Todavía hoy intento, día tras día, aprehender el mundo en su multiplicidad y su devenir… Todo lo que leo dispersa mi reflexión y al mismo tiempo la estimula. Sin embargo estoy desbordado: los textos, artículos, libros que debo de leer se amontonan, se esparcen, me ahogan… Pese a mi conciencia cada vez más aguda de lo inacabado y lo inacabable, sigo lanzando mis redes para pescar el océano”.
Edgar Morin pasó por Lima esta semana y esperemos que su pensamiento se vuelva arborescente en una ciudad tan predispuesta a las multiplicidades y lo inabarcable.
Por Rocío Silva Santisteban
30/08/2009
Fuente: La República - http://larepublica.pe/node/214828
Mi primer contacto con el antropólogo Edgar Morin fue a través del amor. Exactamente: uno de sus textos sobre “la complejidad” fue publicado en uno de los últimos números de la famosa revista mexicana “Vuelta” y se centraba en la relación amorosa y el apego. Morin planteaba, si mal no recuerdo, que mientras crecía el apego se desintegraba el deseo, y que esto era resultado de la institucionalización del amor. Yo andaba buscando un marco teórico para poder sustentar un análisis de una novela en la que el personaje principal se resiste a toda normalización de la pareja (léase matrimonio o convivencia) e incluso al mismo enamoramiento. Mi hipótesis era que en la vida contemporánea la Utopía del Amor ha caído en desgracia frente al pragmatismo de la “relación de pareja” y la propuesta de Morin algo de razón me daba. Y me preguntaba: siendo el amor nuestra última utopía en una época en que la razón cínica reina sobre todas las cosas, ¿hay alguna manera de evitar caer abatidos debajo de los últimos cristales de su ruina?
En fin. El tema del amor es complejo, pero no es el punto central de las indagaciones de este profesor judío francés de origen sefardí (nacido Edgar Nahum) sobre lo que él y otros investigadores han denominado “el pensamiento complejo”, que sería una manera de entender el mundo desde una perspectiva heterogénea y transdisciplinaria, más difícil por supuesto, pero definitivamente, más intensa.
Se podría especular que lo contrario a pensamiento complejo es un pensamiento simple: simplemente equivocado. Lo contrario, según esta propuesta teórica, es un pensamiento fragmentario que organiza al conocimiento en compartimientos estancos y que no puede tener una apreciación holística de un fenómeno. En otras palabras lo que ahora se denomina “especialización”: centrarse en un fragmento tan ridículo de realidad que solo otro tan especializado como uno puede entendernos. La vocación del “pensamiento complejo” es la de integrar no solo las humanidades entre sí, sino, sobre todo, estas con las ciencias: la matemática, la termodinámica, la teoría de los cuanta, la nueva cosmología. En su famoso libro “Le Méthode” Morin plantea un tetragrama para entender su propuesta: orden/desorden/interacciones/organización. El propósito del pensamiento complejo es enfocar un objeto de estudio en su contexto, en su genealogía, en su devenir.
Por lo tanto, lo que ahora se denomina pensamiento complejo, según Edgar Morin, es un regreso a la mirada de las Humanidades: pensar vinculando, deconstruyendo, linkeando, abriendo diez ventanas en nuestra mente y operando en cross-over. Pero a diferencia del Renacimiento, hoy tenemos un mar de información permanente ametrallándonos al oído. ¿Cuál es el gran riesgo? La dispersión. “La dispersión es la amenaza permanente que gravita sobre mi apertura y mi búsqueda. Todavía hoy intento, día tras día, aprehender el mundo en su multiplicidad y su devenir… Todo lo que leo dispersa mi reflexión y al mismo tiempo la estimula. Sin embargo estoy desbordado: los textos, artículos, libros que debo de leer se amontonan, se esparcen, me ahogan… Pese a mi conciencia cada vez más aguda de lo inacabado y lo inacabable, sigo lanzando mis redes para pescar el océano”.
Edgar Morin pasó por Lima esta semana y esperemos que su pensamiento se vuelva arborescente en una ciudad tan predispuesta a las multiplicidades y lo inabarcable.
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