TRIBUNA ABIERTA
La palabra como desafío
Por: Jorge Eslava
Publicado en El comercio
Imaginaba a Daniel Cassany como un intelectual mayor y distante. Encontré, sin embargo, a un hombre joven, anteojos de diseño y conversación chispeante. Se muestra ensimismado ante las preguntas y enseguida despliega un discurso renovador, impregnado de intereses marginales. Profesor e investigador infatigable. Ante mi curiosidad sobre su secreto para mantener el buen talante, sonríe y contesta: “antes practicaba yoga y ahora nado hasta quedar exhausto”.
SOMOS PARCIALMENTE ANALFABETOS
Muchos padres consideran que la lectura de sus hijos concluye con el primer aprendizaje. ¿Tiene fin la formación del lector?
No. Mi punto de vista es que todos somos parcialmente analfabetos, no hay nadie que sepa leerlo todo. Leer no es solamente una actividad funcional o lingüística sino que varía de un momento a otro. No tiene nada que ver leer un soneto, un artículo de biología, una sentencia judicial o un blog. Son actividades distintas. La lectura es dinámica y nunca se agota.
La promoción de la lectura alude básicamente al placer. ¿Dónde queda entonces el esfuerzo y la constancia que exige leer?
La concepción que tenemos de la lectura está excesivamente vinculada a la literatura y por lo tanto al goce. Es cierto que la lectura genera estas emociones y es bueno que la escuela intente fomentarlas, pero no estoy tan seguro de que sea una empresa factible porque las personas podemos elegir lo que nos gusta. Pero la lectura sirve además para muchas cosas. A medida que avanza la sociedad es cada vez más importante leer. Todo funciona a partir de textos. Si aceptamos que tenemos opiniones distintas sobre los hechos, es porque utilizamos la escritura para elaborar intervenciones orales en las que defendemos posturas. Leer es forzosamente un instrumento y el gozo es una variable importante, pero no la única.
LA SENCILLEZ COMO VALOR
En su libro “La cocina de la escritura” usted recomienda el uso de palabras concretas y sencillas, a contrapelo de cierto imaginario cultural que reclama un lenguaje rebuscado.
Estamos hablando de valores que consideramos útiles e importantes en la escritura de la comunidad. Aquí el lenguaje escrito tiene que ser claro y asequible. Que sea ampuloso o barroco no son valores naturales, son culturalmente construidos. Estamos en un momento de cambio. Yo creo que el Perú ha heredado muchas cosas malas de España y una puede ser esta idea de que un texto difícil y complejo es mejor que uno sencillo.
Ese mismo libro ofrece distintos modelos de escritor: espontáneo, programado, maniático, distendido ¿cómo se calificaría usted?
Soy muy metódico, muy trabajador y doy mucho valor a la creatividad y al humor. Estas son líneas que procuro potenciar. Quizá vengo de una tradición más seria y estoy evolucionando hacia una línea más humanística y sarcástica. Soy claramente científico, no me siento nada literato. No me gusta mostrar mi ego ni hablar de mi vida privada; lo que me interesa son los hechos empíricos y los argumentos que fundamentan las opiniones.
En su libro “Reparar la escritura”, más que tachar y desaprobar las composiciones de los alumnos, usted sugiere el diálogo en el aula sobre el significado de cada texto. ¿Cuáles son los beneficios?
Escribir explicando los errores de un texto supondría uno más extenso que el que se está corrigiendo. Los errores, además, son muy discutibles. Es fácil señalar la falta de una tilde o una palabra equivocada, pero es bastante complicado indicar un tema de puntuación o una idea confusa, incoherente. Dialogar con los aprendices es una bonita idea para entender que mejorar un texto no es solo enmendar un error sino que es cuestión de intercambiar voces respecto a cómo el mismo texto produce un significado a distintas personas, y constatar las limitaciones y ambigüedades que tiene el lenguaje escrito.
¿ORTOGRAFÍA O COHERENCIA?
Usted recomienda que no se corrija exhaustivamente hasta el punto de desalentar al estudiante. ¿La corrección debe entenderse como un proceso gradual?
Jaume Sisa, un cantante catalán, decía que vivimos en el país de las faltas ortográficas. Y sigue siendo cierto. Se puede decir una barbaridad absoluta o escribir un texto totalmente incoherente, un párrafo que no tiene ni pies ni cabeza y nadie se fija. ¡Pero cuidado con la ortografía!
En “Decálogo didáctico de la enseñanza de la composición” propone un trabajo de taller en el aula”. ¿Cómo conseguirlo en aulas numerosas?
Muy difícil. Los americanos consideran que una persona calificada para ser un buen profesor de redacción en un curso no debería tener más de quince alumnos. Solo de este modo puede hablarse con ellos y corregirse los textos.
Un cuello de botella de todo plan lector es la evaluación. En su taller de textos usted plantea diversos ejercicios en aula
Creo que la llave es entender qué significa evaluar la lectura. Cuando se pronuncia la palabra evaluar se piensa inmediatamente en una cifra fría, matemática. Hay que entenderla como un intercambio de puntos de vista, como comprobar si se entendió del mismo modo. Es una operación dialogada y cualitativa, y menos numérica.
¿Es posible conocer a los alumnos a través de la escritura? ¿No cree que sea mejor plantear las tareas de composición como un trabajo personal, al margen del registro?
Creo que ser escritor inevitablemente requiere construir una identidad de escritor. Incluso tomando la palabra escritor como redactor. Tú tienes que construir de algún modo una identidad, tienes que visualizarte como el autor de esos textos y las personas que leen tienen que saber que ahí hay alguien. Hablar de cuestiones personales en la escritura es aprender a decir “lo he escrito, te lo he presentado, no tiene mala nota pero me parece espantoso o me lo he pasado bien”. Tomar conciencia de estas cosas es relevante. Por otro lado, como profesor no me imagino psicoanalizando a los estudiantes a partir de su escritura. La escritura es un instrumento sistémico que genera aprendizaje. Tener a alguien que te hace preguntas permite elaborar un pensamiento, decir cosas que nunca antes habías dicho, entonces ya estás aprendiendo.
RECETA PARA ESCRIBIR
No tengas prisa.
Utiliza el papel como soporte.
Tacha y borronea (emborrona, dice él).
Piensa en tu audiencia.
Deja la gramática para el final.
Fíjate en los párrafos.
Repasa la prosa frase por frase.
Ayuda al lector a leer.
Deja reposar tu escrito.
Punto de vista. Adoptar el punto de vista del lector.
Concreción. Los hechos concretos son más comprensibles y atractivos.
Personalización. El tono personal es más interesante.
Prosa coloreada: salidas de tono, cambios de ritmo, humor, ironía,...
Decir y mostrar. Describir información desde una óptica personal. Desplazar una información secundaria
Piezas. Desplazar una información secundaria y presentarla como complemento.
Por: Jorge Eslava
Publicado en El comercio
Imaginaba a Daniel Cassany como un intelectual mayor y distante. Encontré, sin embargo, a un hombre joven, anteojos de diseño y conversación chispeante. Se muestra ensimismado ante las preguntas y enseguida despliega un discurso renovador, impregnado de intereses marginales. Profesor e investigador infatigable. Ante mi curiosidad sobre su secreto para mantener el buen talante, sonríe y contesta: “antes practicaba yoga y ahora nado hasta quedar exhausto”.
SOMOS PARCIALMENTE ANALFABETOS
Muchos padres consideran que la lectura de sus hijos concluye con el primer aprendizaje. ¿Tiene fin la formación del lector?
No. Mi punto de vista es que todos somos parcialmente analfabetos, no hay nadie que sepa leerlo todo. Leer no es solamente una actividad funcional o lingüística sino que varía de un momento a otro. No tiene nada que ver leer un soneto, un artículo de biología, una sentencia judicial o un blog. Son actividades distintas. La lectura es dinámica y nunca se agota.
La promoción de la lectura alude básicamente al placer. ¿Dónde queda entonces el esfuerzo y la constancia que exige leer?
La concepción que tenemos de la lectura está excesivamente vinculada a la literatura y por lo tanto al goce. Es cierto que la lectura genera estas emociones y es bueno que la escuela intente fomentarlas, pero no estoy tan seguro de que sea una empresa factible porque las personas podemos elegir lo que nos gusta. Pero la lectura sirve además para muchas cosas. A medida que avanza la sociedad es cada vez más importante leer. Todo funciona a partir de textos. Si aceptamos que tenemos opiniones distintas sobre los hechos, es porque utilizamos la escritura para elaborar intervenciones orales en las que defendemos posturas. Leer es forzosamente un instrumento y el gozo es una variable importante, pero no la única.
LA SENCILLEZ COMO VALOR
En su libro “La cocina de la escritura” usted recomienda el uso de palabras concretas y sencillas, a contrapelo de cierto imaginario cultural que reclama un lenguaje rebuscado.
Estamos hablando de valores que consideramos útiles e importantes en la escritura de la comunidad. Aquí el lenguaje escrito tiene que ser claro y asequible. Que sea ampuloso o barroco no son valores naturales, son culturalmente construidos. Estamos en un momento de cambio. Yo creo que el Perú ha heredado muchas cosas malas de España y una puede ser esta idea de que un texto difícil y complejo es mejor que uno sencillo.
Ese mismo libro ofrece distintos modelos de escritor: espontáneo, programado, maniático, distendido ¿cómo se calificaría usted?
Soy muy metódico, muy trabajador y doy mucho valor a la creatividad y al humor. Estas son líneas que procuro potenciar. Quizá vengo de una tradición más seria y estoy evolucionando hacia una línea más humanística y sarcástica. Soy claramente científico, no me siento nada literato. No me gusta mostrar mi ego ni hablar de mi vida privada; lo que me interesa son los hechos empíricos y los argumentos que fundamentan las opiniones.
En su libro “Reparar la escritura”, más que tachar y desaprobar las composiciones de los alumnos, usted sugiere el diálogo en el aula sobre el significado de cada texto. ¿Cuáles son los beneficios?
Escribir explicando los errores de un texto supondría uno más extenso que el que se está corrigiendo. Los errores, además, son muy discutibles. Es fácil señalar la falta de una tilde o una palabra equivocada, pero es bastante complicado indicar un tema de puntuación o una idea confusa, incoherente. Dialogar con los aprendices es una bonita idea para entender que mejorar un texto no es solo enmendar un error sino que es cuestión de intercambiar voces respecto a cómo el mismo texto produce un significado a distintas personas, y constatar las limitaciones y ambigüedades que tiene el lenguaje escrito.
¿ORTOGRAFÍA O COHERENCIA?
Usted recomienda que no se corrija exhaustivamente hasta el punto de desalentar al estudiante. ¿La corrección debe entenderse como un proceso gradual?
Jaume Sisa, un cantante catalán, decía que vivimos en el país de las faltas ortográficas. Y sigue siendo cierto. Se puede decir una barbaridad absoluta o escribir un texto totalmente incoherente, un párrafo que no tiene ni pies ni cabeza y nadie se fija. ¡Pero cuidado con la ortografía!
En “Decálogo didáctico de la enseñanza de la composición” propone un trabajo de taller en el aula”. ¿Cómo conseguirlo en aulas numerosas?
Muy difícil. Los americanos consideran que una persona calificada para ser un buen profesor de redacción en un curso no debería tener más de quince alumnos. Solo de este modo puede hablarse con ellos y corregirse los textos.
Un cuello de botella de todo plan lector es la evaluación. En su taller de textos usted plantea diversos ejercicios en aula
Creo que la llave es entender qué significa evaluar la lectura. Cuando se pronuncia la palabra evaluar se piensa inmediatamente en una cifra fría, matemática. Hay que entenderla como un intercambio de puntos de vista, como comprobar si se entendió del mismo modo. Es una operación dialogada y cualitativa, y menos numérica.
¿Es posible conocer a los alumnos a través de la escritura? ¿No cree que sea mejor plantear las tareas de composición como un trabajo personal, al margen del registro?
Creo que ser escritor inevitablemente requiere construir una identidad de escritor. Incluso tomando la palabra escritor como redactor. Tú tienes que construir de algún modo una identidad, tienes que visualizarte como el autor de esos textos y las personas que leen tienen que saber que ahí hay alguien. Hablar de cuestiones personales en la escritura es aprender a decir “lo he escrito, te lo he presentado, no tiene mala nota pero me parece espantoso o me lo he pasado bien”. Tomar conciencia de estas cosas es relevante. Por otro lado, como profesor no me imagino psicoanalizando a los estudiantes a partir de su escritura. La escritura es un instrumento sistémico que genera aprendizaje. Tener a alguien que te hace preguntas permite elaborar un pensamiento, decir cosas que nunca antes habías dicho, entonces ya estás aprendiendo.
RECETA PARA ESCRIBIR
No tengas prisa.
Utiliza el papel como soporte.
Tacha y borronea (emborrona, dice él).
Piensa en tu audiencia.
Deja la gramática para el final.
Fíjate en los párrafos.
Repasa la prosa frase por frase.
Ayuda al lector a leer.
Deja reposar tu escrito.
Punto de vista. Adoptar el punto de vista del lector.
Concreción. Los hechos concretos son más comprensibles y atractivos.
Personalización. El tono personal es más interesante.
Prosa coloreada: salidas de tono, cambios de ritmo, humor, ironía,...
Decir y mostrar. Describir información desde una óptica personal. Desplazar una información secundaria
Piezas. Desplazar una información secundaria y presentarla como complemento.
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