TRIBUNA ABIERTA
Cuando se drogan en las aulas
Por María Isabel Gonzales
Publicado en La República
El consumo de drogas en universidades y colegios es a menudo inadvertido por maestros y padres de familia. Dos cifras extraídas de una reciente encuesta de Cedro en Lima deberían acabar con la indiferencia: 29.5% de los estudiantes aseguran que en sus universidades se vende drogas, mientras que 70% utiliza los salones y jardines de sus centros de estudios para drogarse.
Kike tiene 16 años y en diciembre termina el colegio. No le gusta que lo miren y menos hablar mucho. Es el malo del salón. No hay quien le diga cómo comportarse porque él ya está grandecito. Cuando su madre quiso llevarlo a terapia, Kike le dijo: yo voy solo. La verdad que no fue difícil convencerlo, él recuerda que hace dos años tocó fondo: lo encontraron inconciente en el baño del colegio. Entonces tenía 14 años y había llegado borracho a clases. El auxiliar no se dio cuenta porque sus amigos lo cubrieron.
“Qué buenos amigos, pensaba que eran lo máximo”. Todos se llevaron el susto de sus vidas cuando trataban de reanimarlo y Kike no respondía. Para su sorpresa su madre no le recriminó por estar ebrio y cargar marihuana en la mochila. Su padre dejó de hablarle y se limitó a decirle: todo depende de ti.
Ahora Kike lleva algunos meses sin consumir drogas, aunque de vez en cuando se toma unas cervezas. Cuando empezó a drogarse creía sentirse inmune a sus efectos. En casa “todo iba bien”. Con un papá al que solo ve un par de horas en la noche y una madre que siempre está en casa. Un hermanito que lo sigue desde que aprendió a caminar y unos amigos que lo veneran por cada cosa que dice o hace. No era un mal alumno, de hecho era de los mejores. Cuando sus notas bajaron y se tornó más irritable que de costumbre, sus profesores entraron en sospechas, algo no andaba bien. Más aún cuando su uniforme tenía el olor característico de la marihuana. Fumaba antes de entrar a clases y en los recreos.
Kike es uno de los adolescentes consumidores de drogas que llegó a Cedro buscando ayuda. Milton Rojas, su terapista, confía en que se mantendrá limpio. La experiencia clínica le dice que la mayor parte de escolares no son adictos, sino consumidores esporádicos, y que por ello es muy importante la ayuda que hoy recibe.
Fácil acceso
“La marihuana y las drogas cocaínicas son las más difundidas debido a los bajos precios por los que se ofertan. Un kete de pasta básica de cocaína debe estar 0.50 céntimos de nuevo sol. Hay dos tipos de marihuana, la más conocida es la ponzoña o pons, que es barata. Por 5 soles a los chicos les dan una cantidad razonable de marihuana. También están las marihuanas sintéticas, como el skank que puede costar hasta 20 dólares”, explica Milton Rojas, coordinador del Servicio Lugar de Escucha de CEDRO.
Para Rojas el caso de Kike es la punta de un gigantesco iceberg que se extiende por la mayoría de colegios. Ya en el 2007 la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida) había encontrado que el consumo de drogas entre estudiantes de secundaria de colegios estatales y particulares –9,056 alumnos encuestados– ascendía a un 21.3%. Y precisamente por la facilidad de acceso a drogas legales e ilegales –alcohol, marihuana, cigarrillos, éxtasis– la edad promedio de inicio del consumo se ubica entre los 12 y 13 años.
También está demostrado que solo uno de cada cinco estudiantes que han consumido inhalantes (PBC, cocaína) es consumidor habitual de estas sustancias. La mayor parte son consumidores experimentales y allí la importancia de estar alerta en casa.
En la universidad
Paco es también paciente de Rojas en Cedro. Tiene 22 años y no va a terapia con agrado. En la universidad lo han condicionado a recibir tratamiento médico si desea continuar estudiando. Un profesor estaba convencido de que Paco era un adicto. No podía saber con certeza qué consumía pero decidió confrontarlo y llevarlo al centro de salud universitario. Ahí lo examinaron y antes de que el médico diera su opinión Paco admitió ser un consumidor múltiple. “Marihuana casi todos los días, cocaína algunos fines de semana, éxtasis en el verano y alcohol siempre”, dijo.
Le falta un ciclo para terminar la universidad y al igual que Kike creyó que podía manejar su consumo. “Empecé a los 14, con mis amigos, todos estaban fumando marihuana, qué me podía pasar si estaba con mis patas”. En la universidad intensificó el hábito. Ni cuenta se dio de que había dejado de ser un consumidor esporádico para convertirse en un adicto. “Tenía problemas de autoestima, su entorno familiar es complicado por las carencias económicas y los problemas judiciales”, dice Rojas sobre su paciente.
De no haberse detectado en Kike el problema de consumo de drogas quizás habría llegado a ser un dependiente como Paco. Aunque cada caso es diferente, los especialistas hacen énfasis en el entorno de los adolescentes para lograr armonía en su recuperación. Sin embargo, el gran paso no lo dan los especialistas ni la familia, en estos casos lo dieron Kike, dejando de consumir, y Paco, aceptando que tenía un problema y demostrando que era capaz de continuar con sus estudios.
Cifras
9,056 escolares son consumidores habituales de marihuana en el Perú, según un estudio de Devida.
52.1% de los estudiantes de secundaria a nivel nacional ha probado alcohol o tabaco alguna vez en su vida.
Prevención y Rehabilitación
César Perea, psicólogo de Devida, ente gubernamental dedicado a la lucha contra las drogas, explica que existen actividades orientadas a la prevención y al tratamiento. Trabaja en coordinación con el Ministerio de Educación en la capacitación de los docentes y tutores en labores de prevención. Los maestros a su vez replican dichas acciones entre sus alumnos. A este proceso lo llaman prevención universal. También existe la prevención selectiva, que consiste en la atención de los alumnos que ya son consumidores de drogas.
En cuanto a las universidades, Perea precisa que se mantiene una mesa técnica con la Asamblea Nacional de Rectores. Allí se elabora un programa de prevención del consumo de drogas en el ámbito universitario. En caso se detecte el consumo de alguna droga en los colegios, Perea aconseja a las autoridades convocar a los padres de familia y junto a un grupo de tutores analizar si el alumno debe ir a un centro de tratamiento o si debe seguir terapia con un psicólogo. En ningún caso, dice Perea, debe ordenarse la expulsión del alumno.
Por María Isabel Gonzales
Publicado en La República
El consumo de drogas en universidades y colegios es a menudo inadvertido por maestros y padres de familia. Dos cifras extraídas de una reciente encuesta de Cedro en Lima deberían acabar con la indiferencia: 29.5% de los estudiantes aseguran que en sus universidades se vende drogas, mientras que 70% utiliza los salones y jardines de sus centros de estudios para drogarse.
Kike tiene 16 años y en diciembre termina el colegio. No le gusta que lo miren y menos hablar mucho. Es el malo del salón. No hay quien le diga cómo comportarse porque él ya está grandecito. Cuando su madre quiso llevarlo a terapia, Kike le dijo: yo voy solo. La verdad que no fue difícil convencerlo, él recuerda que hace dos años tocó fondo: lo encontraron inconciente en el baño del colegio. Entonces tenía 14 años y había llegado borracho a clases. El auxiliar no se dio cuenta porque sus amigos lo cubrieron.
“Qué buenos amigos, pensaba que eran lo máximo”. Todos se llevaron el susto de sus vidas cuando trataban de reanimarlo y Kike no respondía. Para su sorpresa su madre no le recriminó por estar ebrio y cargar marihuana en la mochila. Su padre dejó de hablarle y se limitó a decirle: todo depende de ti.
Ahora Kike lleva algunos meses sin consumir drogas, aunque de vez en cuando se toma unas cervezas. Cuando empezó a drogarse creía sentirse inmune a sus efectos. En casa “todo iba bien”. Con un papá al que solo ve un par de horas en la noche y una madre que siempre está en casa. Un hermanito que lo sigue desde que aprendió a caminar y unos amigos que lo veneran por cada cosa que dice o hace. No era un mal alumno, de hecho era de los mejores. Cuando sus notas bajaron y se tornó más irritable que de costumbre, sus profesores entraron en sospechas, algo no andaba bien. Más aún cuando su uniforme tenía el olor característico de la marihuana. Fumaba antes de entrar a clases y en los recreos.
Kike es uno de los adolescentes consumidores de drogas que llegó a Cedro buscando ayuda. Milton Rojas, su terapista, confía en que se mantendrá limpio. La experiencia clínica le dice que la mayor parte de escolares no son adictos, sino consumidores esporádicos, y que por ello es muy importante la ayuda que hoy recibe.
Fácil acceso
“La marihuana y las drogas cocaínicas son las más difundidas debido a los bajos precios por los que se ofertan. Un kete de pasta básica de cocaína debe estar 0.50 céntimos de nuevo sol. Hay dos tipos de marihuana, la más conocida es la ponzoña o pons, que es barata. Por 5 soles a los chicos les dan una cantidad razonable de marihuana. También están las marihuanas sintéticas, como el skank que puede costar hasta 20 dólares”, explica Milton Rojas, coordinador del Servicio Lugar de Escucha de CEDRO.
Para Rojas el caso de Kike es la punta de un gigantesco iceberg que se extiende por la mayoría de colegios. Ya en el 2007 la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida) había encontrado que el consumo de drogas entre estudiantes de secundaria de colegios estatales y particulares –9,056 alumnos encuestados– ascendía a un 21.3%. Y precisamente por la facilidad de acceso a drogas legales e ilegales –alcohol, marihuana, cigarrillos, éxtasis– la edad promedio de inicio del consumo se ubica entre los 12 y 13 años.
También está demostrado que solo uno de cada cinco estudiantes que han consumido inhalantes (PBC, cocaína) es consumidor habitual de estas sustancias. La mayor parte son consumidores experimentales y allí la importancia de estar alerta en casa.
En la universidad
Paco es también paciente de Rojas en Cedro. Tiene 22 años y no va a terapia con agrado. En la universidad lo han condicionado a recibir tratamiento médico si desea continuar estudiando. Un profesor estaba convencido de que Paco era un adicto. No podía saber con certeza qué consumía pero decidió confrontarlo y llevarlo al centro de salud universitario. Ahí lo examinaron y antes de que el médico diera su opinión Paco admitió ser un consumidor múltiple. “Marihuana casi todos los días, cocaína algunos fines de semana, éxtasis en el verano y alcohol siempre”, dijo.
Le falta un ciclo para terminar la universidad y al igual que Kike creyó que podía manejar su consumo. “Empecé a los 14, con mis amigos, todos estaban fumando marihuana, qué me podía pasar si estaba con mis patas”. En la universidad intensificó el hábito. Ni cuenta se dio de que había dejado de ser un consumidor esporádico para convertirse en un adicto. “Tenía problemas de autoestima, su entorno familiar es complicado por las carencias económicas y los problemas judiciales”, dice Rojas sobre su paciente.
De no haberse detectado en Kike el problema de consumo de drogas quizás habría llegado a ser un dependiente como Paco. Aunque cada caso es diferente, los especialistas hacen énfasis en el entorno de los adolescentes para lograr armonía en su recuperación. Sin embargo, el gran paso no lo dan los especialistas ni la familia, en estos casos lo dieron Kike, dejando de consumir, y Paco, aceptando que tenía un problema y demostrando que era capaz de continuar con sus estudios.
Cifras
9,056 escolares son consumidores habituales de marihuana en el Perú, según un estudio de Devida.
52.1% de los estudiantes de secundaria a nivel nacional ha probado alcohol o tabaco alguna vez en su vida.
Prevención y Rehabilitación
César Perea, psicólogo de Devida, ente gubernamental dedicado a la lucha contra las drogas, explica que existen actividades orientadas a la prevención y al tratamiento. Trabaja en coordinación con el Ministerio de Educación en la capacitación de los docentes y tutores en labores de prevención. Los maestros a su vez replican dichas acciones entre sus alumnos. A este proceso lo llaman prevención universal. También existe la prevención selectiva, que consiste en la atención de los alumnos que ya son consumidores de drogas.
En cuanto a las universidades, Perea precisa que se mantiene una mesa técnica con la Asamblea Nacional de Rectores. Allí se elabora un programa de prevención del consumo de drogas en el ámbito universitario. En caso se detecte el consumo de alguna droga en los colegios, Perea aconseja a las autoridades convocar a los padres de familia y junto a un grupo de tutores analizar si el alumno debe ir a un centro de tratamiento o si debe seguir terapia con un psicólogo. En ningún caso, dice Perea, debe ordenarse la expulsión del alumno.
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