viernes, 18 de marzo de 2011

TRIBUNA ABIERTA

La escuela y la descolonización de la palabra
Por José Luis Ayala
Publicado en Los Andes

El proceso de descolonización del pensamiento oficial histórico, ha tomado un nuevo impulso con el libro: “Las luchas por la escuela in-imaginada del indio” (1), cuyo autor es José Luis Velásquez Garambel. Se trata de un asedio al continuo batallar de quechuas y aymaras por la “conquista” del derecho a leer y escribir en español, pero además, tener los mecanismos gráficos que maneja la cultura dominante. Así, durante muchos años, querer aprender a leer y escribir y más aún construir una escuela, era un delito. Muchas personas fueron castigadas, otras perseguidas, encarceladas y asesinadas, todo porque osaron aprender o trataron de enseñar un idioma que fue impuesto a la mala desde la invasión de España a América (12 de octubre de 1492, islas de las Bahamas llamada Guanahaní).

El libro de Velásquez Garambel tiene el firme propósito de terminar con el no siempre gratuito pongueaje cultural (2). Es decir, presenta una nueva visión totalizadora de un esfuerzo destinado a acabar con el abuso, la explotación y dominación cultural, a través de los mecanismos del poder, que se expresan también en el idioma, la religión y la escuela. El pongueaje cultural, muy arraigado desde la época de la colonia, se traduce en un terco servilismo opuesto a toda revisión de la historia y necesidad de una permanente contrainvetigación inteligente. Será difícil, mejor dicho imposible, que los últimos pongos, cambien de mentalidad porque es una forma de ser, es también una manera sutil de ganarse el sustento diario.

Si bien el tema central del libro de Velásquez Garambel viene a ser: “Escuela, movimientos sociales e indigenismo en el altiplano”, para tener una mayor amplitud en la información histórica, es preciso tener en cuenta las anteriores publicaciones por ejemplo de Jorge Mariano Cáceres-Olazo Monroy (3), importante investigador y docente universitario (tan poco citado por los investigadores peruanos). “La batalla por Puno” de José Luis Rénique, quien se ocupa respecto al conflicto agrario en los Andes puneños y “Rebeldes Aimaras” de Augusto Ramos Zambrano.

Todos en conjunto han demostrado tres hechos importantes: La continuidad de la lucha de quechuas y aymaras por tener acceso al poder de la palabra y a la educación oficial. Mantener las formas de participación y solidaridad humana, frente a un sistema depredador de manifiesta exclusión. Que detrás de las acciones de defensa frente al gamonalismo y explotación inhumana, no hubo “ideologías” que impulsaron los movimientos andinos. Naturalmente una pregunta llega puntual: ¿Cómo es ahora? Esa es responsabilidad de los nuevos investigadores sociales andinos, quienes antes de ocuparse de temas intrascendentes, deberían estudiar lo que sucede ahora para así avizorar el futuro.

Uno de los tantos aciertos de Velásquez Garambel, es sin duda citar a un cura colonialista a ultranza, nacido en Juliaca y fundador de “escuelas parroquiales” coloniales, quien con la thalla Isidora Catacora, en Ácora, defendió el dominio de España contra el Perú. José Erazo de Burunda, fue además “profesor” de Juan Basilio Catacora Heredia en la “escuela” del templo de La Concepción (4), hoy solo es posible reconocer algunos montículos de lo que eran los cimientos y las tumbas. Debido a los servicios contra revolucionarios y haber colaborado con la derrota, captura y asesinato de Isidro Mamani y Pascual Alarapita, José Erazo de Burunda consiguió ser nombrado tesorero del obispado de La Paz, debido fundamentalmente a los “servicios prestados a la Madre España”.

Es verdad lo que dice Velásquez Garambel en lo que se refiere a los movimientos sociales y la escuela entre 1860 a 1930. El mayor enemigo era sin duda el gamonalismo parasitario, las autoridades políticas y la Iglesia, porque además era dueña de varias haciendas. Sin embargo, los gamonales, curas conservadores, prefectos y subprefectos, no eran más que un eslabón. El problema era (es) un Estado-nación construido de espaldas a la realidad nacional y contra las grandes mayorías de ciudadanos excluidos. El análisis incluye la presencia de Juan Bustamante “El viajero”, Los sucesos de Pomata (1895, 1900), La Escuela de la Perfección de Telésforo Catacora, La escuela de Utawilaya de Manuel Z. Camacho, José Antonio Encinas y la Escuela Nueva, Rumi Maki y La sublevación de Wancho Lima (5). Faltaría incluir, posteriormente a José Portugal Catacora.

Un tema bastante polémico y discutible es el que se refiere al indigenismo. Para José Luis Velásquez Garambel: “Este es también -dice- un concepto, una postura, algo que solo existe en nuestro imaginario y existe desde la colonia. El indigenismo colonial puede ser considerado como paternalista y segregacionista. Aparte de su influencia en la promulgación de leyes protectoras de los indios que ‘se acatan pero no se cumplen’, y algunos notables experimentos evangelizadores como el de los jesuitas en Juli (Puno) y el de Paraguay, la defensa de los indios fue débil e inoperante a la política de los intereses dominantes”. (6) La otra palabra que ahora está en plena revisión (discusión) es la palabra indio. Nadie se llama ahora a sí mismo indio; sin embargo, depende quién diga a quién, indio.

En efecto, más que una ideología y un pensamiento, el indigenismo es una imposición conceptual, lamentablemente vigente en el canon académico. Es una palabra usada por la cultura dominante para segregar y hacer notar que se trata de un “conocimiento” y práctica cultural arcaica (Vargas Llosa). Llamarse ahora indigenista o indio, resulta francamente una impostura. ¿Qué es una impostura? Según el Diccionario de la Real Academia Española, es una imputación falsa y maliciosa. También, un fingimiento o engaño con apariencia de verdad.

Finalmente, el libro revisa una gran bibliografía respecto a los diarios y revistas publicadas en el siglo XX, especialmente en Puno. De modo que es posible coincidir en que esta corriente tuvo vertientes políticas, literarias, pictóricas, jurídicas y educativas, particularmente comprometidas para demostrar una cultura distinta y distante de la cultura oficial y dominante. Habría que agregar que fue fundamental la polémica entre Luis Alberto Sánchez y José Carlos Mariátegui, a la que se sumaron Guillermo Guevara, Luis E. Valcárcel, Gamaliel Churata, Guillermo Mercado, etc., etc. Ese hecho demostró que efectivamente, la universidad peruana estaba de espaldas a la realidad nacional. El hecho es que cuando José Antonio Encinas Franco, llegó a ser electo rector de la Universidad Nacional de San Marcos, instituyó el estudio de las ciencias sociales (7).

Resulta igualmente ilustrativo el hecho de que Velásquez Garambel, haya incluido un glosario correspondiente a conceptos claves como: Marginación, social, orden social, protestantismo, socialismo, clase social, propiedad (Derecho) y conservadurismo. Esos textos denotan una formación ideológica coherente, un lenguaje depurado y penetrante así como una toma de distancia de ideas ahora en desuso. En fin, “Las luchas por la escuela in-imaginada del indio”, de José Luis Velásquez Garambel, es también una muestra de lo que es capaz la Universidad Nacional del Altiplano. Los instrumentos de análisis que maneja y el aparato crítico, demuestran sobre todo la lectura de las últimas conquistas conceptuales de las ciencias sociales y además, es evidente que acudió a una depurada fuente de información.

Sin embargo, el tema es antiguo como actual: ¿Cómo es ahora la educación en el Perú? ¿En qué medida la educación ha contribuido para que seamos un país moderno y más justo? ¿Se puede hablar de indigenismo cuando está demostrado que se trata de un concepto que solo existe en la mentalidad dominante? ¿La educación peruana está destinada a descolonizar la mentalidad de maestros y educandos? Las respuestas bien pueden conformar un nuevo libro. Estamos seguros que José Luis Velásquez Garambel, como investigador serio y dotado de una mentalidad descolonizante, podrá en el futuro, tratar estos temas desafiantes como actuales.

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