Etsa y la perseverancia de ser awajún
Por Santiago Pedraglio
Publicado en Perú 21
La muerte del joven awajún Edinson Etsa Tsajuput, de 24 años, estudiante de Filosofía y Ciencias Políticas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, no solo entristece a su familia, a su pueblo y, en general, a quienes lo trataron. Trae pesar, además, a todos los que conocían su trayectoria, porque su vida simboliza el esfuerzo de los amazónicos por vivir las ventajas de la modernidad sin perder su identidad.
Reconocerse e identificarse como indígena y estar en disposición de aprender de otras culturas es una opción que se resisten a reconocer quienes piensan que el único camino de la modernización es la uniformidad; es decir, barrer con las “trabas” de la diversidad propia, por ejemplo, de un país como el Perú. Si uno se preguntara –inspirándose en la vida de los peruanos de estos pueblos– cuáles son las instituciones que deben acompañar este complejo proceso de re-conocimiento (esta es la palabra clave) se puede afirmar que son cuatro: la escuela, el mercado, el sistema de administración de justicia y los servicios de salud.
La escuela es el ámbito decisivo de la instrucción oficial. Allí, niños y jóvenes aprenden (o deben hacerlo) a leer, a sistematizar, a entenderse con las matemáticas; y amplían su red de contactos como producto de la relación fuera de la familia. En este ámbito los profesores son decisivos, pero también las orientaciones del estado –incluidos los gobiernos regionales–, si se quiere que los niños aprecien su lengua, su arte, su comunidad. La educación intercultural todavía está en pañales y la voluntad del estado no es clara. Etsa es un ejemplo de cómo sí es posible que estos niños no sean mutilados de sus referentes culturales sino que, por el contrario, se desarrollen apreciándolos y respetando a los que son distintos.
El mercado es otra gran “institución” en la cual la población quiere insertarse en condiciones de igualdad, para obtener un salario justo, un crédito que permita trabajar la tierra o la pequeña empresa, mercados regionales y locales para vender su pequeña y mediana producción. Sin embargo, esta “institución” sigue siendo restringida pues muchos la conciben equivocadamente solo como libertad de inversión, y en especial de grandes inversiones.
El proceso electoral debería servir para plantear en serio medidas que reduzcan la exclusión, subrayando que, además de la escuela y el mercado, urge reformar la administración de justicia: su aplicación no puede seguir dependiendo de los recursos económicos de los potenciales litigantes; y en cuanto al sistema de salud, hay que redoblar los esfuerzos que permitan garantizar una cobertura adecuada a todos los peruanos.
Por Santiago Pedraglio
Publicado en Perú 21
La muerte del joven awajún Edinson Etsa Tsajuput, de 24 años, estudiante de Filosofía y Ciencias Políticas de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, no solo entristece a su familia, a su pueblo y, en general, a quienes lo trataron. Trae pesar, además, a todos los que conocían su trayectoria, porque su vida simboliza el esfuerzo de los amazónicos por vivir las ventajas de la modernidad sin perder su identidad.
Reconocerse e identificarse como indígena y estar en disposición de aprender de otras culturas es una opción que se resisten a reconocer quienes piensan que el único camino de la modernización es la uniformidad; es decir, barrer con las “trabas” de la diversidad propia, por ejemplo, de un país como el Perú. Si uno se preguntara –inspirándose en la vida de los peruanos de estos pueblos– cuáles son las instituciones que deben acompañar este complejo proceso de re-conocimiento (esta es la palabra clave) se puede afirmar que son cuatro: la escuela, el mercado, el sistema de administración de justicia y los servicios de salud.
La escuela es el ámbito decisivo de la instrucción oficial. Allí, niños y jóvenes aprenden (o deben hacerlo) a leer, a sistematizar, a entenderse con las matemáticas; y amplían su red de contactos como producto de la relación fuera de la familia. En este ámbito los profesores son decisivos, pero también las orientaciones del estado –incluidos los gobiernos regionales–, si se quiere que los niños aprecien su lengua, su arte, su comunidad. La educación intercultural todavía está en pañales y la voluntad del estado no es clara. Etsa es un ejemplo de cómo sí es posible que estos niños no sean mutilados de sus referentes culturales sino que, por el contrario, se desarrollen apreciándolos y respetando a los que son distintos.
El mercado es otra gran “institución” en la cual la población quiere insertarse en condiciones de igualdad, para obtener un salario justo, un crédito que permita trabajar la tierra o la pequeña empresa, mercados regionales y locales para vender su pequeña y mediana producción. Sin embargo, esta “institución” sigue siendo restringida pues muchos la conciben equivocadamente solo como libertad de inversión, y en especial de grandes inversiones.
El proceso electoral debería servir para plantear en serio medidas que reduzcan la exclusión, subrayando que, además de la escuela y el mercado, urge reformar la administración de justicia: su aplicación no puede seguir dependiendo de los recursos económicos de los potenciales litigantes; y en cuanto al sistema de salud, hay que redoblar los esfuerzos que permitan garantizar una cobertura adecuada a todos los peruanos.
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