viernes, 20 de agosto de 2010

TRIBUNA ABIERTA

Educada en honestidad
Por Zenón Depaz
Publicado en La Primera

La congresista cusqueña Hilaria Supa Huamán, de origen y lengua quechua, autodidacta de formación, asumió el 10 de agosto la Presidencia de la Comisión de Educación, Ciencia, Tecnología, Cultura, Patrimonio Cultural, Juventud y Deporte, del Congreso de la República. Inmediatamente, algunos políticos de oficio y beneficio particular manifestaron una inusual preocupación por las responsabilidades en la presidencia de aquella comisión, reclamando que estuviera a cargo de expertos en el tema.

La sola mención del nombre de aquella comisión, deja ver lo impertinente de aquellas objeciones, puesto que difícilmente habrá alguien entre quienes pueblan el Congreso de la República, dotado de competencias tan vastas que lo califiquen como experto en un ámbito temático tan amplio que va desde la tecnología hasta el deporte, pasando por la “juventud” (¡?) y la cultura (que parece suponerse distinta al “patrimonio cultural”), hasta abarcar la ciencia (que también parece suponerse distinta de la tecnología) y añadir, como un rubro más, la Educación (por lo mismo, seguramente también distinta de la ciencia o la cultura, al menos para aquellos críticos que, no obstante, mantienen sin crítica alguna tal omnímoda o más bien improbable comisión).

¿Es distinta la situación en las demás comisiones congresales? Pues, no. Su sólo número sugiere de inmediato que si de desbarajustes y extrañas nomenclaturas y clasificaciones se trata, el Congreso entero (recargado de curiosas comisiones, a cual más rara que las otras) debería ser objeto de crítica de aquellos críticos. Ello, ciertamente, no ocurre, pues si por ellos fuera, el número de comisiones debería ensancharse para proveer más presidencias (punto nodal de sus preocupaciones) y coimisiones.

Y, en cuanto a experticia, si tomamos en cuenta el pobre desempeño de este Congreso, no son precisamente aquellos críticos (incluyendo a quienes pasan por poseer aquella condición) los más calificados para exigirla. Una elemental mirada a las presidencias de las demás comisiones muestra que muchas de ellas calificarían, en primer lugar, para ser blanco justificado de críticas a ese respecto.

No se requiere, por tanto, ser zahorí para percatarse de que el móvil de aquellos críticos, en cuanto al cargo asumido por la congresista Supa, no es otro que un inveterado y ridículo reflejo racista. En otras condiciones, la designación de la congresista Hilaria Supa habría sido motivo de orgullo del Congreso de la República (no, por cierto, de éste) por el enorme valor simbólico que tiene, tratándose de una campesina valiente, educada en la defensa de la vida y su diversidad y, sobre todo, honesta, rara cualidad en este Congreso de las coimisiones, que la pone muy por encima de todos sus críticos.

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