viernes, 27 de agosto de 2010

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Educación laboral
Por Carlos Alberto Rosales Purizaca Educador
Publicado El Peruano

La estabilidad económica lograda por nuestro país nos debe invitar a reflexionar sobre varios aspectos de la educación laboral.

La educación debe usarse como un aliado estratégico que nos ayude a combatir el desempleo. En ese sentido, es acertada la labor que realiza el Ministerio de Trabajo en convenio con varias entidades educativas, como parte del programa Revalora Perú, porque permite capacitar a miles de personas que temporalmente han perdido el empleo hasta reinsertarlas en el mercado laboral.

La capacitación constante es un ingrediente básico para que un profesional se mantenga actualizado de acuerdo con la demanda laboral. Los jóvenes también pueden acceder a varios programas que promueve la Secretaría Nacional de la Juventud. Por su parte, en la educación escolar existen colegios en los que al egresar de la secundaria los alumnos dominan una labor técnica.
La educación también debe servir como una herramienta que nos permita luchar contra la pobreza. Por eso, conviene impulsar más proyectos en las zonas rurales que impliquen la capacitación de los ciudadanos de modo que puedan ser gestores de su propio desarrollo.
Hay universidades privadas que mantienen una agenda de responsabilidad social y visitan a pobladores que viven a cientos de kilómetros de la capital, para capacitarlos en labores productivas, además de asistirlos materialmente.
Las experiencias exitosas señalan que la alianza entre el Estado y el sector privado siempre ha dado buenos frutos cuando se usa la educación como motor del desarrollo económico.
¿En qué medida este crecimiento económico se traduce en capacitación que mejore la calidad del trabajo y del servicio que prestan los trabajadores?
La empresa es una organización de personas que tienen objetivos en común. Vista así, debiera ser una reproducción a escala de nuestra sociedad. La exclusión daña a la empresa y a la sociedad misma. Por eso, las áreas de recursos humanos de las empresas privadas deben plasmar proyectos que integren al personal que mantienen a su cargo y mejoren el clima laboral.
Resulta pertinente promover iniciativas que ayuden a los trabajadores a formar la voluntad. Eso exige cursos de formación ética que fortalezcan los valores y la cultura de las miles de empresas que existen en nuestro país.
Los millones de personas que a diario asisten a sus centros laborales no solo tienen una motivación extrínseca. También llevan el deseo legítimo de que su trabajo les permita crecer como persona.
La persona es un ser complejo que necesita equilibrar las distintas facetas de su vida para poder ser feliz como fruto de su buen actuar. Eso demanda de los gerentes una reflexión profunda sobre cómo convertir a la empresa en un lugar donde todos se sientan gustosos de dar lo mejor de sí.

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