viernes, 2 de julio de 2010

TRIBUNA ABIERTA

Ministerio de Cultura, por fin
Publicado en La República

Casi dos años después del mensaje de 28 de julio en el que el presidente García lanzó al Congreso la propuesta de realizar un debate para la creación de un Ministerio de Cultura, el largo proceso parece llegar a su fin, con la aprobación en primera lectura del proyecto del nuevo ministerio. Más vale tarde que nunca.

Hay que anotar que el Perú llegó a este debate con 50 años de retardo, que es el tiempo exacto transcurrido desde que Charles De Gaulle creó el primer Ministerio de Cultura planetario en la V República francesa, y lo confió a la personalidad genial de André Malraux. Desde entonces, la idea de que la Cultura debe contar con un ministerio especializado (distinto del de Educación) se ha abierto paso, y no solo existe en todos los países de la Unión Europea sino también en muchos del Tercer Mundo. Para no ir más lejos, Brasil, Chile, Ecuador y Bolivia lo tienen.
Una segunda idea que merece ser tomada en cuenta es que la ventaja de un Ministerio de Cultura consiste en que una actividad que siempre ha sido menospreciada y descuidada en nuestro país logrará acceso directo al Ejecutivo, es decir al centro del poder político, lo que significará al menos que el Presidente y los demás ministros escucharán –a través del titular del sector– las preocupaciones y proyectos existentes en el área cultural. Tal entrada directa no existe hoy pues el INC depende de Educación.
Pero, ya que hablamos del INC, convendría cuidarse mucho de que el nuevo ministerio, que necesariamente lo incorporaría, sea una suerte de “INC ampliado” y que reitere su estructura burocrática y obsoleta. Para ello no se justifica contar con un ministerio, pues es garantía de que no hará nada o muy poco. La cartera de Cultura, claro, tendría que englobar las actividades del INC, pero solo como parte de su tarea fundamental que debe consistir, de un lado, en la promoción y apoyo a las artes y letras; y, de otro, a la ciencia y tecnología. Sin olvidar el amplio espacio que deberá dedicar a la custodia, restauración y puesta en valor de nuestro patrimonio cultural.
Lo anterior implicará involucrar a nuevos sectores de los que no se ocupa ahora el INC, y hacerlo no solo con una tarea de promoción teórica sino con suficiente presupuesto (que no tiene por qué ser únicamente de origen público; por el contrario, debe incorporar al sector privado bajo formas de mecenazgo y patronato. Hay un proyecto de la congresista Luciana León al respecto). En suma, se trata de suscitar un cambio de lo que hasta hoy ha sido la tarea de promoción cultural.
Siempre que se habla de un Ministerio de Cultura, no faltan quienes recuerdan que la creación intelectual, artística o científica no surge de ministerio alguno, y es muy cierto. La creación cultural no se activa por decreto. Pero sí se puede ayudar a los escritores, artistas o científicos a hacer menos difícil su labor, vinculándolos a los circuitos culturales, a lo que se hace en otros países y ahorrándoles un tiempo precioso al procurarles becas, intercambios y contactos con fondos de financiamiento internacional. Bienvenido, entonces, el nuevo ministerio.

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