TRIBUNA ABIERTA
Un hombre, un voto
Por: Ernesto Velit Granda Analista político
Publicado en El Comercio
No son precisamente sus logros académicos los que colocan a la universidad peruana en la agenda nacional. Debiendo ser un referente obligado de los alcances culturales de nuestra sociedad, en cambio es escenario de violencia, de corrupción, de fraudes, que, junto con la pobreza en que está sumida, recrimina al país.
Una propuesta que ofrece la posibilidad de democratizar el sistema universitario provoca un cargamontón y hasta amenazas de intervenirla, por la presencia de agitadores externos que buscan hacer noticia.
Sin embargo, es ocasión para abrir el debate nacional sobre la realidad y destino del sistema universitario en el Perú.
Es imposible articular el conocimiento con los intereses de la sociedad a la que se debe servir, si se pretende continuar como hasta ahora.
Lo único que lograremos, si no se implementan cambios, es distorsionar lo que debe ser el concepto cientificista de lo humano que algunas veces se asemeja a la incoherencia.
Freud decía: “El desarrollo de toda sociedad es inconcebible si no existen contradicciones”.
Debemos conciliar libertad y justicia, de lo contrario no llegaremos a satisfacer las aspiraciones de igualdad y respeto, de solidaridad y humanismo, que reclama nuestra sociedad.
Hay debilidad en el sistema universitario, la democracia está ausente, la masificación y la ampliación mercantilista han desviado su rumbo, la falta de investigación desmiente su rol social, nadie califica su calidad, se siente su derrota y se le ve lejos de las tareas históricas que la modernidad plantea. Ciencia y correlato humanista es la ecuación a dilucidar.
Y por si fuera poco, una obscena decisión de los niveles del poder permite la torpe interpretación de que a más universidad más cultura y a más filiales mejor educación, logrando con ello solamente heterogeneizar la universidad, dificultar su calificación y estimular la cultura de la mediocridad y del empirismo.
La universidad debe ocupar un lugar de privilegio en las propuestas de los candidatos del 2011. Es un tema que define la agenda política del país.
Este Congreso no va a debatir la reforma universitaria y mejor que sea así.
Creemos que sería un peligro que incursione en espacios que no conoce y por ello ajenos.
Nadie ha propuesto políticas explícitas para la universidad.
Está abandonada a su suerte y se le pretende sacar del escenario nacional para dejar el campo a la empresa privada y sin lugar para la cultura y la investigación.
No debemos permitir que a la universidad se le aísle de su entorno ni que sea víctima de quienes envejecen en sus cargos haciéndolos perpetuos y, por ello, hay que revisar sus sistemas electorales y replantearlos.
Es urgente, entonces, construir una cultura de diálogo que permita, con las herramientas que dispone el humanismo y la civilización, establecer una relación entre el Estado y la sociedad a propósito del destino de la universidad.
Es hora de construir una universidad democrática, capaz de replantearse sus propósitos y sin necesidad de ser asediada ni por el poder ni por el mercado.
Felizmente, no todo está perdido. Allí está la lucha ejemplar que hoy llevan a cabo las autoridades, los profesores y los alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) para impedir la entronización del oscurantismo en sus aulas.
Democratizar la universidad es un hombre, un voto.
Por: Ernesto Velit Granda Analista político
Publicado en El Comercio
No son precisamente sus logros académicos los que colocan a la universidad peruana en la agenda nacional. Debiendo ser un referente obligado de los alcances culturales de nuestra sociedad, en cambio es escenario de violencia, de corrupción, de fraudes, que, junto con la pobreza en que está sumida, recrimina al país.
Una propuesta que ofrece la posibilidad de democratizar el sistema universitario provoca un cargamontón y hasta amenazas de intervenirla, por la presencia de agitadores externos que buscan hacer noticia.
Sin embargo, es ocasión para abrir el debate nacional sobre la realidad y destino del sistema universitario en el Perú.
Es imposible articular el conocimiento con los intereses de la sociedad a la que se debe servir, si se pretende continuar como hasta ahora.
Lo único que lograremos, si no se implementan cambios, es distorsionar lo que debe ser el concepto cientificista de lo humano que algunas veces se asemeja a la incoherencia.
Freud decía: “El desarrollo de toda sociedad es inconcebible si no existen contradicciones”.
Debemos conciliar libertad y justicia, de lo contrario no llegaremos a satisfacer las aspiraciones de igualdad y respeto, de solidaridad y humanismo, que reclama nuestra sociedad.
Hay debilidad en el sistema universitario, la democracia está ausente, la masificación y la ampliación mercantilista han desviado su rumbo, la falta de investigación desmiente su rol social, nadie califica su calidad, se siente su derrota y se le ve lejos de las tareas históricas que la modernidad plantea. Ciencia y correlato humanista es la ecuación a dilucidar.
Y por si fuera poco, una obscena decisión de los niveles del poder permite la torpe interpretación de que a más universidad más cultura y a más filiales mejor educación, logrando con ello solamente heterogeneizar la universidad, dificultar su calificación y estimular la cultura de la mediocridad y del empirismo.
La universidad debe ocupar un lugar de privilegio en las propuestas de los candidatos del 2011. Es un tema que define la agenda política del país.
Este Congreso no va a debatir la reforma universitaria y mejor que sea así.
Creemos que sería un peligro que incursione en espacios que no conoce y por ello ajenos.
Nadie ha propuesto políticas explícitas para la universidad.
Está abandonada a su suerte y se le pretende sacar del escenario nacional para dejar el campo a la empresa privada y sin lugar para la cultura y la investigación.
No debemos permitir que a la universidad se le aísle de su entorno ni que sea víctima de quienes envejecen en sus cargos haciéndolos perpetuos y, por ello, hay que revisar sus sistemas electorales y replantearlos.
Es urgente, entonces, construir una cultura de diálogo que permita, con las herramientas que dispone el humanismo y la civilización, establecer una relación entre el Estado y la sociedad a propósito del destino de la universidad.
Es hora de construir una universidad democrática, capaz de replantearse sus propósitos y sin necesidad de ser asediada ni por el poder ni por el mercado.
Felizmente, no todo está perdido. Allí está la lucha ejemplar que hoy llevan a cabo las autoridades, los profesores y los alumnos de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) para impedir la entronización del oscurantismo en sus aulas.
Democratizar la universidad es un hombre, un voto.
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