TRIBUNA ABIERTA
Pedagogía inservible
Por: Mariella Balbi
Publicado en El Comercio
La historia es de horror, dice así: un colegio de altas pensiones, que se presenta en el mercado educativo como el súmmum de la excelencia, expulsa a un alumno de cuarto de media porque sustrajo el celular de una compañera de clase. Esta llamó a la madre del joven y ambos pidieron todas las disculpas del caso, con la comprensible vergüenza y pesar que puede tener un hecho como este, tanto para el chico como para la madre. Al día siguiente el colegio que se dice de prestigio cita a una reunión a la señora en cuestión y le comunican que su hijo está expulsado. A primera vista cualquiera daría la razón al centro educativo. Sin embargo, en su juicio estaría dejando de lado que la razón de las escuelas es formar al educando y que cada ser humano es un mundo. Por ende, las sanciones deben tener en cuenta estos considerandos.
A ojos vista el alumno es una buena persona, está lejísimos de tener la apariencia de “Canebo” (desafiante delincuente juvenil), menos la del “Cojo Mame”. No es de carácter agresivo y pasa por la siempre compleja etapa adolescente. Al año de vida perdió a su padre, lo asesinó el terrorismo. La madre se ocupa de él y lo ha cuidado con celo, pero objetivamente hay ausencia de la figura paterna. Se trata más bien de un joven tristón, pero que es buen alumno y que además destaca en básquetbol. Le ha dado triunfos importantes a su colegio y es considerado una promesa de este deporte. Nada de ello cuenta para este anacrónico y antipedagógico centro escolar. Lo que haría cualquier institución que piensa en el educando, que se consagra —como debería— a formarlo, y no a lucrar con ello, es recomendarle a la madre un tratamiento psicológico para su hijo y ponerla en alerta, ayudándola, apoyándola; los colegios están obligados a dar orientación a los padres. Encima el chico puede perder el año escolar.
La señora aludida acude al Ministerio de Educación. Como es lógico, se le dice que no se puede expulsar a un joven por hurtar un celular, que lo protegen la Constitución y la Declaración de Derechos del Niño. Cuando el ministerio indaga, el colegio miente y dice que el alumno se retiró porque quiso. Como sabe del caso, se reúne con el director y la madre. Se devela la mentira y el argumento del centro educativo es que se zurra en las leyes porque tiene un reglamento, el cual no entrega a los padres al inicio de cada año y que no figura en su web. El ministerio poco puede hacer para que la ley se cumpla. Ese colegio funciona como una ínsula, no podría hacerlo en el país que dice representar. ¿Ese es un centro pedagógico?
Por: Mariella Balbi
Publicado en El Comercio
La historia es de horror, dice así: un colegio de altas pensiones, que se presenta en el mercado educativo como el súmmum de la excelencia, expulsa a un alumno de cuarto de media porque sustrajo el celular de una compañera de clase. Esta llamó a la madre del joven y ambos pidieron todas las disculpas del caso, con la comprensible vergüenza y pesar que puede tener un hecho como este, tanto para el chico como para la madre. Al día siguiente el colegio que se dice de prestigio cita a una reunión a la señora en cuestión y le comunican que su hijo está expulsado. A primera vista cualquiera daría la razón al centro educativo. Sin embargo, en su juicio estaría dejando de lado que la razón de las escuelas es formar al educando y que cada ser humano es un mundo. Por ende, las sanciones deben tener en cuenta estos considerandos.
A ojos vista el alumno es una buena persona, está lejísimos de tener la apariencia de “Canebo” (desafiante delincuente juvenil), menos la del “Cojo Mame”. No es de carácter agresivo y pasa por la siempre compleja etapa adolescente. Al año de vida perdió a su padre, lo asesinó el terrorismo. La madre se ocupa de él y lo ha cuidado con celo, pero objetivamente hay ausencia de la figura paterna. Se trata más bien de un joven tristón, pero que es buen alumno y que además destaca en básquetbol. Le ha dado triunfos importantes a su colegio y es considerado una promesa de este deporte. Nada de ello cuenta para este anacrónico y antipedagógico centro escolar. Lo que haría cualquier institución que piensa en el educando, que se consagra —como debería— a formarlo, y no a lucrar con ello, es recomendarle a la madre un tratamiento psicológico para su hijo y ponerla en alerta, ayudándola, apoyándola; los colegios están obligados a dar orientación a los padres. Encima el chico puede perder el año escolar.
La señora aludida acude al Ministerio de Educación. Como es lógico, se le dice que no se puede expulsar a un joven por hurtar un celular, que lo protegen la Constitución y la Declaración de Derechos del Niño. Cuando el ministerio indaga, el colegio miente y dice que el alumno se retiró porque quiso. Como sabe del caso, se reúne con el director y la madre. Se devela la mentira y el argumento del centro educativo es que se zurra en las leyes porque tiene un reglamento, el cual no entrega a los padres al inicio de cada año y que no figura en su web. El ministerio poco puede hacer para que la ley se cumpla. Ese colegio funciona como una ínsula, no podría hacerlo en el país que dice representar. ¿Ese es un centro pedagógico?
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