jueves, 29 de abril de 2010

TRIBUNA ABIERTA

La pugna por la Católica
Por Antonio Zapata
Publicado La República
El reciente fallo del Tribunal Constitucional sobre la Católica ha despertado gran alarma entre la ciudadanía. Mientras que algunos diarios, como Correo y La Razón, celebran el fin de los caviares en la PUCP, el resto de peruanos nos preguntamos si ha comenzado el fin de esta universidad, que puede cesar de ser abierta y plural para convertirse en una sucursal del Opus Dei. Ante esta incertidumbre, conviene preguntarse por qué este fallo afecta a una persona corriente, que eventualmente nada tiene que hacer con la vida universitaria. En suma, ¿por qué la suerte de la Católica le importa al peruano de a pie?

En primer lugar por la inseguridad jurídica. El fallo excede largamente los límites del amparo. La demanda fue interpuesta por la PUCP porque, a su juicio, el Arzobispo estaba pretendiendo invadir su propiedad. Por ello, le pedía al TC que le comunique al Arzobispo que no se meta hasta que los tribunales ordinarios fallen sobre el tema en litigio. Pues bien, en vez de contestar a la demanda, el TC fundamenta sobre el fondo del juicio acerca de la herencia de Riva Agüero.

De este modo, el TC va más allá de sus funciones. Uno le pide un amparo constitucional y en vez de fallar diciendo si procede o no, lo hacen sobre el fondo del asunto. Con ello, el TC pretende obligar al juez ordinario a seguir su razonamiento, so riesgo de cometer prevaricato. Así, el TC emite legislación positiva y violenta su papel. Eso le puede pasar a cualquiera. Usted puede pedir que un edificio en construcción no se meta con su casa y eventualmente el TC puede fallar que la casa no es suya. Si descubren que usted la recibió en herencia se la pueden acabar quitando porque pidió un amparo.

En segundo lugar aparece el tema de la herencia. Riva Agüero donó una chacra a una entidad existente, que tenía sus alumnos que pagaban y la mantenían. A continuación la universidad ha trabajado arduamente. Ha aumentado enormemente el número de alumnos, ha reinvertido en aulas, laboratorios y bibliotecas hasta convertirse en la primera universidad peruana. Pero resulta que, según el TC, ese trabajo anterior y posterior a la herencia de Riva Agüero no vale. Es la chacra la que vale y para siempre. Es decir, si uno recibe una herencia, esta nunca será propia, no importa lo mucho que trabaje y la engrandezca, siempre seguirá siendo una herencia, y si esta tiene una carga, un mandato, entonces eternamente la propiedad será del que legó, de sus disposiciones. No solamente su parte, en este caso la chacra, sino todo lo demás; es decir, las construcciones del campus y el Centro Comercial San Miguel.

Es un poco demasiado. Así ya no se puede recibir una herencia. Todo lo que uno tenía y lo que pueda aumentar es de otro, de las disposiciones de quien le dejó a uno la herencia. Así, según el TC, los muertos han de apoderarse del trabajo de quienes seguimos en esta tierra. Si esta segunda legislación positiva del TC pasa adelante, el Perú habrá invertido el sentido universal de las leyes de herencia. Una vez más, seremos el país del mundo al revés.

Hay una tercera razón y es crucial. La Iglesia no puede controlar las finanzas de una universidad, porque puede ahogar económicamente aquellas iniciativas que no le agradan. Dice que no se va a meter con cursos ni profesores, pero controlando el presupuesto puede orientar las cosas hacia donde desee. En realidad, ni la Iglesia ni ninguna otra institución puede decidir sobre la economía de una universidad. El riesgo es que cese la producción de ciencia y se transforme en propaganda. Por ello, la enorme importancia que para todo el país tiene la autonomía universitaria, también violada por este insólito fallo del TC.

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