TRIBUNA ABIERTA
Por qué un día contra la discriminación
Editorial Suplemento Dominical
¿Hay motivos para celebrar? Esta es la pregunta que nos confronta hoy cuando alrededor del mundo se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
Se trata de una efeméride instituida por la Organización de las Naciones Unidas para renovar nuestro compromiso de trabajar contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y todas las formas de intolerancia que, lamentablemente, subsisten en pleno siglo XXI.
El acontecimiento histórico que inspiró esta fecha se remonta a un día como hoy de 1960, cuando la policía disparó contra una manifestación pacífica realizada en Sharpeville, Sudáfrica, para protestar contra el oprobioso sistema del apartheid, establecido por el régimen político de entonces.
Hoy, cuando ese régimen racista de exclusión y marginación ha sido vencido, es oportuno reflexionar sobre los riesgos y extremos a que puede llevar la intolerancia, como llegar a alentar la confrontación criminal.
Todo esto vulnera el derecho a la igualdad y dignidad de todas las personas. El color de la piel, el sexo, las creencias políticas, religiosas o ideológicas no deben ser motivo de discriminación. En pleno siglo persisten, sin embargo, estas y otras formas de discriminación y exclusión: contra los grupos nativos, las personas con discapacidades, entre otros, lo que resulta igualmente aberrante.
Hace pocos años el mundo se horrorizaba por las políticas de “limpieza étnica” en Bosnia-Herzegovina y otras naciones europeas, lo que causaba repudio mundial. Pero en nuestro país, cuyo carácter mestizo es reiterado en cada mensaje oficial, subsisten varias formas encubiertas de discriminación por clase o raza que debemos denunciar y superar, por respeto a nuestra propia dignidad y viabilidad como nación.
El Gobierno tiene, en todo esto, un papel fundamental a la hora de promover políticas de tolerancia, empezando por el ámbito educativo y por el sector público. Como ha sucedido en otros países, las políticas de acción afirmativa (asegurar un porcentaje de puestos en la administración pública a ciudadanos de grupos étnicos históricamente relegados) pueden ser útiles para romper el esquema de intolerancia.
Sin embargo, es mucho más importante lo que se puede hacer con la ejemplaridad de las instituciones democráticas, académicas y, especialmente, con las políticas educativas y el compromiso del sector privado.
El Perú no puede ser ajeno a este problema. Como Estado integrante de la ONU debe presentar informes periódicos sobre la manera en que se protegen y avanzan estos derechos. Los medios de comunicación juegan un rol fundamental para derribar prejuicios y estereotipos, como lo ha indicado el Centro de Estudios y Promoción Afroperuanos Lundu.
La fecha cobra especial importancia pues se vincula a derechos fundamentales de la persona humana, cuyo valor intrínseco está por encima de cuestiones adjetivas como raza, sexo o condición económica. Tal premisa fundamenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La lucha por la inclusión, de la que tanto se ha hablado en los últimos años, implica redoblar esfuerzos para superar la pobreza y también debe entenderse como una política que promueva la conciencia de que todos los ciudadanos y ciudadanas somos iguales y pares, independientemente de la raza, clase, sexo o condición económica. La diversidad tiene que verse como una fuente de enriquecimiento, en la que cada cual pone lo mejor de sí para asegurar la convivencia ordenada y pacífica, en beneficio de todos y de nuestros objetivos como país.
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