jueves, 11 de febrero de 2010

ASOCIADOS

¿Me colabora con diez millones para la escuela rural?
Por Luis Guerrero - CNR

«El presidente Alan García se comprometió en donar 10 millones de dólares para atender los problemas de infraestructura de escuelas y agua potable en Haití». Así dice la noticia aparecida hace pocos días en los diarios. Nadie en su sano juicio podría juzgar mal un gesto de solidaridad como este, menos aún con una población tan afectada por la desgracia como la haitiana. Ahora bien, tome nota de estos datos: en Puno, la región donde más niños murieron por el friaje el 2009, hay 136,000 estudiantes en escuelas rurales públicas, la mitad de las cuales no está conectado a la red de agua potable. En Cusco, tan castigado hoy por las inundaciones, hay 143,000 niños estudiando en escuelas rurales, sólo el 45,1% de ellas están conectadas a la red de agua potable. Estas cifras regían hasta antes de las lluvias, huaycos y desbordes de los ríos. Ahora podrían ser peores.

Más de 2’000,000 de niños estudian en escuelas rurales en el Perú, pero apenas el 36% de sus escuelas disponen de agua limpia y sólo el 40% de energía eléctrica. Por si fuera poco, los alumnos de la escuela rural, según el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) realizado por UNESCO el 2006, son los más atrasados de América Latina respecto del rendimiento de los estudiantes urbanos.

Si usted piensa que el servicio que presta el Estado a los niños que viven en el campo es deplorable porque no invierte en él, las cifras podrían darle la razón. En 1994 sólo el 55,3% de los niños de tres a cinco años de edad de las áreas rurales recibían educación inicial. Trece años después, en el 2006, esa cifra de cobertura descendió a 53,5%. En verdad, no ha habido políticas agresivas de expansión de la educación inicial portadoras de una inversión tan significativa como la de los programas Laptops por niño, alfabetización o refacción de colegios urbanos «emblemáticos». Ni siquiera de 10 millones de dólares.

Esto nos lleva a ensayar otra explicación, que no contradice la anterior: también se invierte mal. Lo que el sentido común aconseja es que allí donde hay mayor necesidad se requiere más inversión. Pero aquí es al revés: los locales escolares más equipados y con personal docente completo son los de las ciudades. Los rurales están en manos de lo que la propia comunidad pueda hacer por ellos. A las familias urbanas de ingresos medios no se les pide que sostengan este servicio público, a las más pobres sí. Y, por si fuera poco, nos parece un mérito.

La experiencia internacional ha demostrado, además, como lo señala el famoso Informe McKinsey, que una de las claves del progreso en la calidad de la educación consiste en elegir, preparar y asignar bien a los docentes, enviando a los mejores allí donde hay más necesidad. Eso requeriría invertir en sistemas más serios de selección y formación docente, cuyos buenos resultados se vean en el salón de clases. Pero también en estrategias que permitan evaluar y asignar a los más capaces a la escuela rural. Por ejemplo, los que hablen el idioma de sus estudiantes, estén dispuestos a aprender de la comunidad, valoren el capital cultural e intelectual de los niños y tengan altas expectativas en sus posibilidades de aprender, no sólo a leer, sumar y cantar el himno nacional, sino a alcanzar todas las competencias que necesitan para ser ciudadanos de pleno derecho.
Según la prensa, el Presidente «ofreció también enviar equipos de maquinaria pesada así como técnicos especializados» para ayudar a la reconstrucción de Haití. Cuando regresen, las escuelas rurales peruanas estarán esperándolos. Hasta pronto.

0 comentarios:

  © Blogger templates The Professional Template by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP