jueves, 21 de enero de 2010

TRIBUNA ABIERTA

No a la impunidad en Chan Chan
Por Luis Arista Montoya – El Peruano

Un mal día de mayo de 1960, el busto de Toribio Rodríguez de Mendoza, precursor de la Independencia del Perú, ubicado en el patio central del emblemático colegio San Juan de la Libertad de Chachapoyas, amaneció ataviado con una bufanda, con anteojos, con bigotes y patillas pintados. Todo un atentado de lesa cultura que dejó consternados, con risitas cínicas de por medio, a alumnos y maestros.
El director, don Césareo del Pino, logró expulsar al profanador –que cursaba ya el tercer año de secundaria– y prohibió su matrícula en cualesquiera de los colegios del departamento de Amazonas.
El jovenzuelo desapareció del mapa. A los 64 años de edad, quizá por esta y otras culpas alcohólicas, terminó suicidándose en Lima.
Recuerdo este infausto caso a propósito del vandalismo escolar perpetrado contra la huaca El Dragón, perteneciente a la ciudadela de barro Chan Chan, por unos estudiantes limeños que estudian y viven en el “emergente” distrito de los Olivos, cuyos padres son migrantes y, quizá, con un pedestre sentimiento de pertenencia costeña.
Estamos ante un delito de lesa cultura. Chan Chan no solo es patrimonio cultural peruano, lo es de la Humanidad, reconocida por la Unesco.
Internet ha mundializado esta autobarbarie. “Lamula.pe” es el nombre de la página web en que aparecieron esos jóvenes jugando bestialmente.
Han destruido los relieves de la huaca El Dragón, con estilizaciones de aves marinas y peces de la cosmología mochica, pertenecientes a esta ciudadela de 5 o 7 siglos a de C., es decir, dos mil años antes de la invasión española. En el dialecto mochica, Chan Chan significa “Sol-Sol”. Ocupa un área de 14 kilómetros cuadrados entre el mar (Huanchaco) y los cerros El Presidio, Las Cabras y La Campana, esto es, dos veces mayor que la del centro histórico de Trujillo.
Recuérdese que la capital liberteña también está en camino de ser calificada Patrimonio Cultural de la Humanidad, distinción que tarda en llegar por el caótico tránsito, la criminalidad urbana, por el hacinamiento comercial de las casonas y por la incuria municipal.
Chan Chan siempre está asediada: sino por el Fenómeno de El Niño, por los agricultores, chancherías, pollerías, también por urbanizadoras, por traficantes de terrenos, huaqueros y falsos arqueólogos. Es una ciudad sitiada. Pero ninguno de aquéllos ha cometido las chanchadas de estos energúmenos.
Fue un “hecho premeditado” ha dicho mi buen amigo Cristóbal Campana, jefe de conservación del monumento. Coincido.
Martín Torres, padre de uno de estos “dragoncillos”, alega que sólo se trató de una “travesura”. No, señor. Se trató de un delito cuyo origen está en la mala educación recibida en casa. Es fruto de la ma-la-cri-an-za. No, señor progenitor: lo que Quique (o Perico) no sabe, Quiquito (o Periquito) no aprendió.
Todo es cuestión de cri-an-za. De buen hogar. De una ética del ejemplo que se transmite en el seno del hogar, de generación en generación. Los que atentaron contra el patrimonio cultural de todos los peruanos tienen que ser expulsados del colegio. Aplicarles el artículo 226 del Código Penal. Punto en boca. Nada de disculpas.

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