jueves, 21 de enero de 2010

ASOCIADOS

La juventud invisible
Por Luis Guerrero - CNR

¿Qué se necesita hacer para atravesar una habitación llena de gente sin que nadie se de cuenta? El sentido común nos aconsejaría caminar sin hacer ruido, casi en puntas de pie. Pero si apelamos a la experiencia, podríamos decir: depende. Si las personas que allí se encuentran están en actitud de alerta, cruzar sin ser notado sería en verdad difícil y, en todo caso, habría que moverse muy despacio en el más perfecto silencio. En cambio, si la gente se halla tan concentrada en lo que hace que ni levanta la vista, quizás nos baste caminar con naturalidad y sin apremio en medio ellos. Ahora imaginemos que esa habitación es una escuela poblada de maestros y quienes cruzan por ella sin ser vistos son niños y adolescentes.

Pienso en esta situación a propósito de los cuatro muchachos que apedrearon el muro de un viejo templo precolombino del complejo arqueológico de Chan Chan, en la ciudad de Trujillo, un acontecimiento insólito que sigue siendo motivo de controversias. Esta noticia, revelada a comienzos de enero, ha puesto en evidencia, entre otras cosas, la profunda y grave distancia que separa a un sector de nuestra juventud de eso que llamamos «identidad nacional». Algo que, por cierto, para mucha gente que no quiere o no puede mirar más allá de los hechos, es de exclusiva responsabilidad de los implicados o de sus padres.

No obstante, ¿Qué hubiera pasado si estos muchachos no hacían público el video que registra el suceso? Más aún, ¿Qué habría ocurrido si, a pesar de su bronca y su rechazo a todo lo que simboliza un país que sienten ajeno, no apedrean el muro? La respuesta es bastante obvia: nada. Quiero decir, nadie se habría dado cuenta que las machaconas peroratas acerca de la historia y el orgullo nacional escuchadas durante más de una década, lejos de entusiasmar y provocar sentimientos de identificación en los estudiantes, estaban produciendo exactamente el efecto contrario. Lo que significa que estos cuatro adolescentes hubieran terminado su secundaria y entrado sin sobresaltos a la vida ciudadana de un país que repudian.

Quizás debamos poner más atención a un hecho evidente pero fuera de nuestras discusiones: el mundo interior de todos quienes transitan por el sistema escolar nos es absolutamente invisible. Lo es para maestros, directores y funcionarios e incluso para sus padres. Tal vez piensen que no interesa lo que el alumno crea, sino lo que escriba en su hoja de evaluación. Si sabe de la cultura Chimú y guarda la debida compostura cuando visite sus ruinas, ¿Importa acaso cuánto valor le asigne en su conciencia o cuánto respeto le merezcan las monótonas narraciones de nuestra historia prehispánica, colonial o republicana? Estos cuatro jóvenes profanaron el templo, ¿Quiere decir que quienes no lo hicieron desbordan de amor por la patria?

El 2008 la UNESCO difundió los resultados del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE), que evaluó el rendimiento en lectura y matemática en la primaria de 16 países latinoamericanos. En el caso del Perú, se detectó que el 90% de los alumnos de 6º grado, no sabía darle un orden coherente a toda la información de un texto ni deducir el significado probable de las metáforas empleadas. No se esperaría menos de quienes concluyen la primaria. Pero pasaron seis años y nadie notó que arrastraban graves déficits en sus aprendizajes. La maquinaria escolar estaba demasiado ocupada en sus actividades rutinarias como para darse cuenta que estaba fracasando en alfabetizarlos. ¿Sorprende acaso que también fracase en promover la identidad nacional? Si los sucesos de la Huaca no nos ayudan a corregir estos errores, no habrán servido de nada. Hasta pronto.

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