jueves, 10 de diciembre de 2009

TRIBUNA ABIERTA

Sobre el ministerio de cultura
Editorial – El Peruano

No creo que el proyecto de ley de la creación de un ministerio de cultura sea un anuncio pomposo y extemporáneo. El Perú es un país maduro para crear dicho ministerio? Sí, nunca como hoy. ¿Es oportuna su creación? Claro que sí, debido a la buena coyuntura económica. ¿Las organizaciones culturales de la sociedad civil pueden autosostenerse? No, necesitan de un Estado promotor y de un mecenazgo empresarial privado.
¿Existe una columna vertebradora? Tampoco, existen muchos actores, de ahí la pertinencia de un ministerio de cultura para la gestación y la gestión eficientes.
Nuestro país ha alcanzado una madurez histórico-cultural debido a que tiene una tradición fuerte, entendida como densidad y herencia históricas, sobre la cuales el poblador siente orgullo, un arraigado sentimiento de pertenencia. Estas son las bases para la construcción una identidad cultural imaginaria válida, dentro de una “nación en tiempo heterogéneo”.
El proyecto de ley presentado por el Ejecutivo lo sustenta con acierto.
El patrimonio histórico, arqueológico, arquitectónico, gastronómico, documental y natural son las cartas de presentación ante el mundo entero. Después de India y Japón, el Perú está en el tercer lugar en las categorías de Autenticidad e Historia; en el séptimo en Arte y Cultura, y noveno en Belleza Natural (según la consultora internacional Future Brand).
El boom turístico y el boom gastronómico, diseñado y germinado desde los inicios del tiempo postsendero, cuyos logros son innegables, hacen oportuna la creación perentoria de un ministerio de cultura, cuya necesidad se viene discutiendo desde los inicios de las casas de cultura (con José María Arguedas), el Instituto Nacional de Cultura (con Martha Hildebrandt) y de las direcciones regionales de cultura, al amparo de la regionalización y descentralización (desde la década de 1990).
Si este ministerio hubiese sido creado bajo la inspiración que nos trajo André Malraux –primer ministro de Asuntos Culturales de Francia entre 1959-1969, que concibió las Casas de Jóvenes y de Cultura como escenarios de gestión autónoma–, creo que la prédica ideológica del terrorismo en colegios y universidades no hubiese tenido mucha cabida. Toda cultura auténtica es también acción cultural de resistencia, cultura de paz (véase La politique, la culture; André Malraux, éditions Gallimard, 1996, 410 páginas).
Durante las dos décadas de terrorismo (1980-1990), la actividad cultural bajó, pero no desapareció; hubo sí mucha actividad informal de micro y pequeñas empresas.
Desde 1995, con la democracia rescatada, las relaciones sociales de producción cultural fueron en aumento. La sociedad civil aumentó su empoderamiento en la escena nacional con nuevas subjetividades emergentes e identidades provisionales
Surgieron la cultura del ágora, la música chicha, festivales, conciertos públicos masivos, el tecno-huaino, la cumbia andina y tropical, conciertos de rock y los conciertos de ópera masivos (como los propiciados inteligentemente por Juan Diego Flórez). Actualmente, tal como lo señala el proyecto de ley, en el escenario cultural existen muchos vagones culturales sueltos en plaza, cada uno con sus propias rutas y sus espacios feudales, muchas veces con trabajos duplicados y con objetivos contrapuestos.
Falta un ordenamiento estructural y legal. En términos de desarrollo económico y cultural, debido a nuestro multiculturalismo, el Perú es un país invertebrado. Hace falta una vertebración entre desarrollo y cultura.
Las industrias culturales que ya están en pleno despegue en muchas áreas tienen que estructurarse como negocio cultural aportante al Producto Bruto Interno (PBI), tanto como al Producto Básico de Felicidad (PBF).Para que la cultura tenga poder político y económico propongo la creación de un ministerio de cultura y turismo, pues ambos ámbitos de producción están solicitando tener voz y voto en el Consejo de Ministros.
El turismo cultural es el motor, la cultura el combustible. El INC necesita de los aportes del turismo, tanto como los empresarios y operadores turísticos; el viceministerio de Turismo y Promperú requieren de destinos bien preservados, restaurados, de museos modernos que dejen de ser mausoleos.

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