TRIBUNA ABIERTA
Bienvenido el impulso a la cultura
Por Jacques I Bartra – El Comercio
Todo parecería indicar que la creación del anhelado ministerio de cultura se encontraría ad portas. Sin embargo, tras evaluar las fortalezas y debilidades de este interesante proyecto, la realidad se encarga generalmente de romper ilusiones y hacernos gravitar sobre la tierra, como es el hecho de que —según palabras de la propia directora del INC, Cecilia Bákula— se destina para el quehacer cultural el 0,84% del presupuesto anual de la República.
Resulta obvio que sin un presupuesto adecuado el novel ministerio, tan necesario para el desarrollo de nuestro país, no sería sino un mascarón de proa sin rumbo, condenado a convertirse en una nave a la deriva.
En mi tesis para la maestría del Instituto de Gobierno de la USMP, denominada “Política cultural, desarrollo y gobernabilidad” se plantea, justamente, a partir del análisis de los efectos de las políticas culturales durante el período 2003-2008, la necesidad de contar a través de un ministerio de cultura con un actor que hoy está ausente en la coordinación intersectorial. Con su presencia sería factible lograr una gestión cultural integrada entre las entidades públicas y privadas vinculadas a este sector, que hoy interactúan sin un objetivo coherente.
Hay que recordar que la estrategia más beneficiosa para el Perú, al afrontar la globalización y su impronta homogeneizadora, consistiría en afirmar nuestra diversidad y originalidad cultural, generando en torno a esta singularidad que nos distingue en el mundo, un verdadero polo de desarrollo en beneficio de todos los peruanos.
No solo por el hecho de contar con un patrimonio cultural universalmente reconocido resulta factible desarrollar una herramienta de política exterior de insospechada envergadura, como es el caso por ejemplo de Francia y España que destinan alrededor del 6% anual de su presupuesto al quehacer cultural, sino por el simple hecho de contar con grandes creadores culturales que están en capacidad de proyectar la imagen de un país viable a través de la música, la plástica, el cine, el teatro, la danza, la poesía y, tal como somos todos testigos en tiempos recientes, la gastronomía tan eficientemente promovida y que constituye un ejemplo de eficaces iniciativas privadas y estatales al contar con el apoyo de una entidad como Prom-Perú, a cargo de Mara Seminario, que ciertamente tendría que tener una permanente coordinación intersectorial con el ministerio de cultura al igual que nuestra cancillería.
No obstante, a pesar de que las políticas culturales existentes en la actualidad reconocen la necesidad de contar con alianzas estratégicas para el desarrollo del sector y sus consiguientes efectos multiplicadores a través del turismo y las diversas industrias culturales, en la práctica no se ha avanzado mucho hacia la promoción de iniciativas privadas, ni siquiera en aquellas actividades que se encuentran en peligro de desaparecer, como es el caso de la musical y editorial.
El problema es que no contamos con una ley de fomento a la cultura, a diferencia de Chile, Estados Unidos y México, por ejemplo, que posibilite la participación activa del sector privado a partir de estímulos tributarios en el desarrollo de las iniciativas culturales.
Si bien, cómo señala Bákula en una entrevista de Mariella Balbi, la anterior legislación mejor conocida como ley Ulloa —por haber sido el desaparecido Manuel Ulloa su principal promotor— “se pervirtió” por abusos y mentiras, con una acción fiscalizadora permanente encargada a un consejo autónomo y con participación del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y la tecnología adecuada hoy disponible se podría evitar este obstáculo.
De ahí que la iniciativa de la congresista Luciana León Romero para promover una ley de mecenazgo sea fundamental para desarrollar con éxito un ministerio de cultura, al incorporar en la gestión cultural al sector privado, siempre que se separe adecuadamente lo que es patrimonial y lo que es fomento y gestión cultural, sin olvidar que es deber de la nación y responsabilidad del Estado fomentar la cultura, su desarrollo y el acceso inclusivo de los ciudadanos peruanos a las manifestaciones culturales.
Por Jacques I Bartra – El Comercio
Todo parecería indicar que la creación del anhelado ministerio de cultura se encontraría ad portas. Sin embargo, tras evaluar las fortalezas y debilidades de este interesante proyecto, la realidad se encarga generalmente de romper ilusiones y hacernos gravitar sobre la tierra, como es el hecho de que —según palabras de la propia directora del INC, Cecilia Bákula— se destina para el quehacer cultural el 0,84% del presupuesto anual de la República.
Resulta obvio que sin un presupuesto adecuado el novel ministerio, tan necesario para el desarrollo de nuestro país, no sería sino un mascarón de proa sin rumbo, condenado a convertirse en una nave a la deriva.
En mi tesis para la maestría del Instituto de Gobierno de la USMP, denominada “Política cultural, desarrollo y gobernabilidad” se plantea, justamente, a partir del análisis de los efectos de las políticas culturales durante el período 2003-2008, la necesidad de contar a través de un ministerio de cultura con un actor que hoy está ausente en la coordinación intersectorial. Con su presencia sería factible lograr una gestión cultural integrada entre las entidades públicas y privadas vinculadas a este sector, que hoy interactúan sin un objetivo coherente.
Hay que recordar que la estrategia más beneficiosa para el Perú, al afrontar la globalización y su impronta homogeneizadora, consistiría en afirmar nuestra diversidad y originalidad cultural, generando en torno a esta singularidad que nos distingue en el mundo, un verdadero polo de desarrollo en beneficio de todos los peruanos.
No solo por el hecho de contar con un patrimonio cultural universalmente reconocido resulta factible desarrollar una herramienta de política exterior de insospechada envergadura, como es el caso por ejemplo de Francia y España que destinan alrededor del 6% anual de su presupuesto al quehacer cultural, sino por el simple hecho de contar con grandes creadores culturales que están en capacidad de proyectar la imagen de un país viable a través de la música, la plástica, el cine, el teatro, la danza, la poesía y, tal como somos todos testigos en tiempos recientes, la gastronomía tan eficientemente promovida y que constituye un ejemplo de eficaces iniciativas privadas y estatales al contar con el apoyo de una entidad como Prom-Perú, a cargo de Mara Seminario, que ciertamente tendría que tener una permanente coordinación intersectorial con el ministerio de cultura al igual que nuestra cancillería.
No obstante, a pesar de que las políticas culturales existentes en la actualidad reconocen la necesidad de contar con alianzas estratégicas para el desarrollo del sector y sus consiguientes efectos multiplicadores a través del turismo y las diversas industrias culturales, en la práctica no se ha avanzado mucho hacia la promoción de iniciativas privadas, ni siquiera en aquellas actividades que se encuentran en peligro de desaparecer, como es el caso de la musical y editorial.
El problema es que no contamos con una ley de fomento a la cultura, a diferencia de Chile, Estados Unidos y México, por ejemplo, que posibilite la participación activa del sector privado a partir de estímulos tributarios en el desarrollo de las iniciativas culturales.
Si bien, cómo señala Bákula en una entrevista de Mariella Balbi, la anterior legislación mejor conocida como ley Ulloa —por haber sido el desaparecido Manuel Ulloa su principal promotor— “se pervirtió” por abusos y mentiras, con una acción fiscalizadora permanente encargada a un consejo autónomo y con participación del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y la tecnología adecuada hoy disponible se podría evitar este obstáculo.
De ahí que la iniciativa de la congresista Luciana León Romero para promover una ley de mecenazgo sea fundamental para desarrollar con éxito un ministerio de cultura, al incorporar en la gestión cultural al sector privado, siempre que se separe adecuadamente lo que es patrimonial y lo que es fomento y gestión cultural, sin olvidar que es deber de la nación y responsabilidad del Estado fomentar la cultura, su desarrollo y el acceso inclusivo de los ciudadanos peruanos a las manifestaciones culturales.

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