TRIBUNA ABIERTA
Homologación de docentes universitarios
Por Hilda Guevara Gómez
Fuente El Peruano
La defensa histórica de la Universidad proviene del siglo pasado, el Grito de Córdoba que se extendió desde Argentina por toda América inspiró a Víctor Raúl Haya de la Torre y a José Carlos Mariátegui, ilustres pensadores aunque con diferentes ideologías.
Hoy, en el Perú se reclama de la Universidad una mayor investigación científica y su aporte en las diferentes áreas del conocimiento para el desarrollo del país.
Sin embargo, prima en estos tiempos la escasez de medios económicos y de recursos humanos con alta preparación.
Estamos convencidos de que sin presupuesto es casi imposible financiar un plan estratégico de desarrollo, mucho menos la excelencia de la Universidad Peruana.
El presupuesto para Educación es del 3% del PBI a diferencia de otros países, que destinan el 9%.
Estamos muy distantes de Luxemburgo, por ejemplo, que destina 90 mil dólares per cápita, frente a los 4,500 dólares por cada alumno peruano.
No es fácil revertir esta situación, ni siquiera con aprobar un anteproyecto de ley en la Comisión de Educación escaparíamos de esta triste realidad, como lo afirma un ex ministro de Educación del régimen anterior.
Elevar la calidad académica implica mayor presupuesto, pero también obliga una mayor actitud de servicio, motivación por la investigación, pasión por la responsabilidad social y amor por el Perú.
Con justa razón se reclama que la homologación docente sea una realidad, estamos de acuerdo, pero ella debe implicar evaluación, como lo ha manifestado el Presidente de la República, Alan García Pérez, y tal como se ha procedido con los profesores de Educación Básica Regular.
No basta con las evaluaciones que realiza cada universidad para nombrar, contratar o ratificar a sus docentes.
Quien está preparado debe sumir el reto de ser evaluado, como lo sostiene el ministro de Educación, José Antonio Chang, por las propias universidades sí, pero con la supervisión del Consejo de Evaluación y Acreditación de la Calidad Universitaria (CONEAU).
Solo así propiciaremos una mayor investigación y se incrementará la producción intelectual que ahora es deficiente, no obstante existir 22 mil docentes en las universidades públicas y otros 23 mil en las universidades privadas.
Hoy, el sector Educación recupera su estatus cuando se observa que los profesores concursan por la carrera pública magisterial, y los docentes ganadores son merecedores de mejores remuneraciones, elevan su autoestima y son dignos del reconocimiento de la población peruana.
Dentro de este panorama aflora la luz en la nueva generación de profesores y el padre de familia vuelve a confiar en sus educadores.
Desde nuestro punto de vista algo así debe pasar con los docentes universitarios.
Sabemos el rol histórico que debe cumplir la Universidad peruana y no debe escapar a la investigación científica aplicada. Se debe incidir en la formación de cuadros y en el mejor aporte a la productividad y competitividad de los factores de las producción y en ese escenario debe pagarse mejor a los docentes, pero la ciudadanía requiere que ellos sean acreditados. La evaluación es urgente.
Por Hilda Guevara Gómez
Fuente El Peruano
La defensa histórica de la Universidad proviene del siglo pasado, el Grito de Córdoba que se extendió desde Argentina por toda América inspiró a Víctor Raúl Haya de la Torre y a José Carlos Mariátegui, ilustres pensadores aunque con diferentes ideologías.
Hoy, en el Perú se reclama de la Universidad una mayor investigación científica y su aporte en las diferentes áreas del conocimiento para el desarrollo del país.
Sin embargo, prima en estos tiempos la escasez de medios económicos y de recursos humanos con alta preparación.
Estamos convencidos de que sin presupuesto es casi imposible financiar un plan estratégico de desarrollo, mucho menos la excelencia de la Universidad Peruana.
El presupuesto para Educación es del 3% del PBI a diferencia de otros países, que destinan el 9%.
Estamos muy distantes de Luxemburgo, por ejemplo, que destina 90 mil dólares per cápita, frente a los 4,500 dólares por cada alumno peruano.
No es fácil revertir esta situación, ni siquiera con aprobar un anteproyecto de ley en la Comisión de Educación escaparíamos de esta triste realidad, como lo afirma un ex ministro de Educación del régimen anterior.
Elevar la calidad académica implica mayor presupuesto, pero también obliga una mayor actitud de servicio, motivación por la investigación, pasión por la responsabilidad social y amor por el Perú.
Con justa razón se reclama que la homologación docente sea una realidad, estamos de acuerdo, pero ella debe implicar evaluación, como lo ha manifestado el Presidente de la República, Alan García Pérez, y tal como se ha procedido con los profesores de Educación Básica Regular.
No basta con las evaluaciones que realiza cada universidad para nombrar, contratar o ratificar a sus docentes.
Quien está preparado debe sumir el reto de ser evaluado, como lo sostiene el ministro de Educación, José Antonio Chang, por las propias universidades sí, pero con la supervisión del Consejo de Evaluación y Acreditación de la Calidad Universitaria (CONEAU).
Solo así propiciaremos una mayor investigación y se incrementará la producción intelectual que ahora es deficiente, no obstante existir 22 mil docentes en las universidades públicas y otros 23 mil en las universidades privadas.
Hoy, el sector Educación recupera su estatus cuando se observa que los profesores concursan por la carrera pública magisterial, y los docentes ganadores son merecedores de mejores remuneraciones, elevan su autoestima y son dignos del reconocimiento de la población peruana.
Dentro de este panorama aflora la luz en la nueva generación de profesores y el padre de familia vuelve a confiar en sus educadores.
Desde nuestro punto de vista algo así debe pasar con los docentes universitarios.
Sabemos el rol histórico que debe cumplir la Universidad peruana y no debe escapar a la investigación científica aplicada. Se debe incidir en la formación de cuadros y en el mejor aporte a la productividad y competitividad de los factores de las producción y en ese escenario debe pagarse mejor a los docentes, pero la ciudadanía requiere que ellos sean acreditados. La evaluación es urgente.
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