ARTICULOS DE ASOCIADOS
Alfabetización infantil: Una revolución educativa
Por Manuel Bello
Publicado en Inversión en la infancia
Deberíamos estar viviendo tiempos de urgencia, de movilización ordenada y de cambios profundos. Deberíamos estar invirtiendo en desarrollo humano tanto o más que en puentes, caminos, puertos y fábricas. Deberíamos estar asegurando el crecimiento sano y el florecimiento de las capacidades y los talentos de todos los nuevos peruanos y peruanas. Deberíamos estar realizando una revolución educativa.
Dentro de la complejidad de una auténtica revolución educativa es posible identificar unos pocos indicadores que de manera contundente nos dirán si está o no cambiando lo sustancial, si avanzamos o no en la dirección correcta, sin necesidad de esperar que transcurran los largos años que toma la maduración de un proceso de transformación social tan importante. Uno de esos indicadores potentes es el grado de éxito de la sociedad en la alfabetización de sus niños y niñas, sin la cual no puede existir la igualdad de oportunidades en un mundo de conocimiento y de aprendizaje permanente.
En nuestro país, la medición de este indicador mediante pruebas censales aplicadas por la Unidad de Medición de la Calidad del Ministerio de Educación en 2007 y 2008 reveló que sólo 16 o 17 de cada 100 niños de segundo grado de primaria habían logrado el nivel esperado de comprensión de textos escritos; la misma medición mostró que en ámbitos rurales los lectores exitosos no llegaban al 6% del total, mientras que en medios urbanos este dato pasaba del 20%, lo que da cuenta de una desigualdad educativa muy grande entre niños de apenas 7 años de edad.
Cuando constatemos que todos los niños y niñas de nuestro país avanzan en los primeros grados de la escuela primaria dominando lo esencial de las habilidades para comunicarse, para interrogar y para solucionar problemas, para seguir aprendiendo con independencia creciente y en relación de colaboración y de respeto con sus semejantes y diferentes y amando la naturaleza, podremos decir con seguridad plena que la revolución educativa está en marcha.
Existe abundante investigación sobre los procesos y los factores que hacen posible un buen inicio de la escolaridad y el éxito de la alfabetización de los niños y las niñas. Sobre esos factores han actuado y actúan políticamente las sociedades que en pocos años han transformado su educación y que ahora muestran al mundo los signos indiscutibles del progreso social, cultural y económico.
Se sabe que se tiene que actuar sobre las condiciones para enseñar y las condiciones para aprender en el período inicial de la escolaridad. Espacios acogedores y estimulantes, clima social propicio, recursos educativos suficientes y eficaces, maestros motivados y hábiles, relaciones de cooperación y de complementariedad entre la familia y la escuela, interculturalidad, atención a las necesidades diversas de los estudiantes, altas expectativas de todos acerca de los resultados a ser alcanzados, son condiciones necesarias para una enseñanza exitosa.
También se sabe, sin embargo, que el mejor modelo de atención educativa al inicio de la escolaridad puede ser incapaz de revertir las consecuencias de las carencias y maltratos que puedan haber existido en los años previos, en el contexto familiar y preescolar. Es increíble la magnitud y la profundidad de las huellas, cicatrices y vacíos que, en apenas cinco o seis años, puede producir una vida cotidiana en la que no se han satisfecho bien necesidades elementales o se han descuidado aspectos del desarrollo personal que están a la base del aprendizaje escolar.
Se sabe que en la más temprana infancia es fundamental –en el sentido más potente de esta palabra- la alimentación, el abrigo, el cuidado de la salud, la estimulación oportuna, la protección, el juego y el cariño. Y también se sabe que en el Perú muchas familias no están en condiciones de proveer de manera adecuada la satisfacción de todas estas necesidades básicas, como es el caso de más de la mitad de los hogares rurales, que viven en condiciones de pobreza (INEI-ENAHO 2007). Son indispensables, por eso, los programas sociales dirigidos al cuidado y a la estimulación de los niños pequeños más vulnerables, en áreas rurales y urbanas desfavorecidas. Es indispensable, asimismo, asegurar el acceso de estas poblaciones de niños y niñas a educación inicial y preescolar de alta calidad, que potencie su desarrollo aprovechando sus experiencias positivas y compensando las carencias de su contexto familiar y comunitario.
La mayor revolución educativa que puede realizar el Perú en un período de tiempo relativamente corto es alfabetizar con éxito a todos sus niños y niñas en la etapa de inicio de la escolaridad. Para lograrlo se requiere de voluntad política y de decisión del Estado y de la sociedad en su conjunto para llevar a la práctica una idea poderosa: invertir en la infancia.
Por Manuel Bello
Publicado en Inversión en la infancia
Deberíamos estar viviendo tiempos de urgencia, de movilización ordenada y de cambios profundos. Deberíamos estar invirtiendo en desarrollo humano tanto o más que en puentes, caminos, puertos y fábricas. Deberíamos estar asegurando el crecimiento sano y el florecimiento de las capacidades y los talentos de todos los nuevos peruanos y peruanas. Deberíamos estar realizando una revolución educativa.
Dentro de la complejidad de una auténtica revolución educativa es posible identificar unos pocos indicadores que de manera contundente nos dirán si está o no cambiando lo sustancial, si avanzamos o no en la dirección correcta, sin necesidad de esperar que transcurran los largos años que toma la maduración de un proceso de transformación social tan importante. Uno de esos indicadores potentes es el grado de éxito de la sociedad en la alfabetización de sus niños y niñas, sin la cual no puede existir la igualdad de oportunidades en un mundo de conocimiento y de aprendizaje permanente.
En nuestro país, la medición de este indicador mediante pruebas censales aplicadas por la Unidad de Medición de la Calidad del Ministerio de Educación en 2007 y 2008 reveló que sólo 16 o 17 de cada 100 niños de segundo grado de primaria habían logrado el nivel esperado de comprensión de textos escritos; la misma medición mostró que en ámbitos rurales los lectores exitosos no llegaban al 6% del total, mientras que en medios urbanos este dato pasaba del 20%, lo que da cuenta de una desigualdad educativa muy grande entre niños de apenas 7 años de edad.
Cuando constatemos que todos los niños y niñas de nuestro país avanzan en los primeros grados de la escuela primaria dominando lo esencial de las habilidades para comunicarse, para interrogar y para solucionar problemas, para seguir aprendiendo con independencia creciente y en relación de colaboración y de respeto con sus semejantes y diferentes y amando la naturaleza, podremos decir con seguridad plena que la revolución educativa está en marcha.
Existe abundante investigación sobre los procesos y los factores que hacen posible un buen inicio de la escolaridad y el éxito de la alfabetización de los niños y las niñas. Sobre esos factores han actuado y actúan políticamente las sociedades que en pocos años han transformado su educación y que ahora muestran al mundo los signos indiscutibles del progreso social, cultural y económico.
Se sabe que se tiene que actuar sobre las condiciones para enseñar y las condiciones para aprender en el período inicial de la escolaridad. Espacios acogedores y estimulantes, clima social propicio, recursos educativos suficientes y eficaces, maestros motivados y hábiles, relaciones de cooperación y de complementariedad entre la familia y la escuela, interculturalidad, atención a las necesidades diversas de los estudiantes, altas expectativas de todos acerca de los resultados a ser alcanzados, son condiciones necesarias para una enseñanza exitosa.
También se sabe, sin embargo, que el mejor modelo de atención educativa al inicio de la escolaridad puede ser incapaz de revertir las consecuencias de las carencias y maltratos que puedan haber existido en los años previos, en el contexto familiar y preescolar. Es increíble la magnitud y la profundidad de las huellas, cicatrices y vacíos que, en apenas cinco o seis años, puede producir una vida cotidiana en la que no se han satisfecho bien necesidades elementales o se han descuidado aspectos del desarrollo personal que están a la base del aprendizaje escolar.
Se sabe que en la más temprana infancia es fundamental –en el sentido más potente de esta palabra- la alimentación, el abrigo, el cuidado de la salud, la estimulación oportuna, la protección, el juego y el cariño. Y también se sabe que en el Perú muchas familias no están en condiciones de proveer de manera adecuada la satisfacción de todas estas necesidades básicas, como es el caso de más de la mitad de los hogares rurales, que viven en condiciones de pobreza (INEI-ENAHO 2007). Son indispensables, por eso, los programas sociales dirigidos al cuidado y a la estimulación de los niños pequeños más vulnerables, en áreas rurales y urbanas desfavorecidas. Es indispensable, asimismo, asegurar el acceso de estas poblaciones de niños y niñas a educación inicial y preescolar de alta calidad, que potencie su desarrollo aprovechando sus experiencias positivas y compensando las carencias de su contexto familiar y comunitario.
La mayor revolución educativa que puede realizar el Perú en un período de tiempo relativamente corto es alfabetizar con éxito a todos sus niños y niñas en la etapa de inicio de la escolaridad. Para lograrlo se requiere de voluntad política y de decisión del Estado y de la sociedad en su conjunto para llevar a la práctica una idea poderosa: invertir en la infancia.
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