ARTICULOS DE ASOCIADOS
Contra el conformismo, innovar
Por Luis Jaime Cisneros
Publicado el 06/09/2009 en la La República
Cuando analizo el cuadro de nuestra educación superior, me embarga un curioso sentimiento que gira entre la sorpresa y el desconcierto. La primera impresión es que parecería dominar la creencia de que esa clase de instrucción es privativa de la universidad. Todo lo relacionado con técnicas se hallaría, para muchos, situado en un margen minusvaluado. En un país minero, extrañamos la existencia de una Escuela de Minería, que no prepare ingenieros sino técnicos. En un país orgulloso de su textilería, falta una Escuela que forme a los especialistas. Bastaría con inventariar el grupo de especialidades que no tienen dónde formar a sus técnicos. El ‘mando medio’ perturba a muchos, porque todo lo concerniente a su manejo no es, ciertamente, asunto universitario. Pero es asunto de las Escuelas Superiores. Bastaría con mirar qué ocurre en Francia, donde son más los Presidentes de la República surgidos de las Grandes Ecoles que de La Sorbonne. De qué nos sirve vanagloriarnos por la industria pesquera, si no podemos acudir a ninguna institución dedicada a la investigación y al estudio de ese mundo.
De lo que poco se habla es de la relación que el Ministerio de Educación tiene con estos problemas. Tengo muy claro que es de plena competencia del Ministerio todo lo relacionado con el mundo escolar: inicial, primaria y secundaria. Profesores y alumnos pertenecientes a ese mundo dependen del Ministerio de Educación. Creo que, en esta hora, vale la pena preguntarse, analizar y reflexionar sobre la educación superior. Es importante y necesario porque debemos reconocer, para empezar, que si enseñanza y aprendizaje escolar dependen del Ministerio de Educación, a él estarán subordinadas las Escuelas de Formación: todas las Normales son, así, institutos de enseñanza superior.
En el mundo universitario podríamos distinguir: Facultades, Escuelas e Institutos. Escuelas serían Bellas Artes, Artes y Oficios, Escuela de Música, Escuela de Medicina, Escuela de Veterinaria, Facultad de Derecho, Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Ciencias Sociales. Nada de esto constituye una propuesta, sino apenas un muestrario del complejo campo al que deberíamos dedicar buena atención.
Las universidades otorgan grados: Licenciado, Magíster y Doctor. Las escuelas otorgan títulos: abogado, médico, profesor, educador. Asunto que exige larga meditación es, ciertamente, el referido al organismo que gobierne y dirija este complejo científico. Pienso por el momento en un Consejo Superior de Ciencia y Cultura, totalmente independiente. Obligación central de este Consejo sería ejercer supervisión sobre la calidad de la enseñanza y de la investigación en cada organismo. Deber del Consejo es asegurar que la tarea fundamental de los organismos de educación superior sea la investigación y el trabajo en equipo. El Director de tal consejo debe ser, como el Contralor General de la República, responsable ante el Congreso, y será elegido en asamblea de rectores de las instituciones que integren el cuerpo de universidades, institutos y escuelas.
El lector puede extrañarse de que no quede aquí planteada la posibilidad (y no la urgencia) de que las municipalidades asuman responsabilidad en relación con temas pedagógicos. Creo que todavía no estamos en condiciones de plantearnos tal cosa. ¿Por qué? Primero, deberíamos convocar a los ‘políticos’ para que nos digan (o para que nos oigan) qué piensan sobre nuestro mundo rural, que es un modo de apreciar ‘su’ idea sobre el porvenir inmediato. Debemos admitir que antes de resolver solamente qué juzgamos necesario dar y enseñar, se nos hace imprescindible saber qué necesitan los jóvenes a quienes debemos educar. Lo imprescindible es ayudar a mejorar la educación.
Para ello debemos movilizarnos. Necesitamos combatir una educación desnivelada, y trabajar para conseguir una educación que logre que todos seamos iguales, desterrando así la desigualdad. ¿Por qué no creer que empezamos a ganar algo con haber iniciado la incorporación a la carrera pública magisterial? Innovar es una auspiciosa manera de desterrar la molicie y el conformismo.
Por Luis Jaime Cisneros
Publicado el 06/09/2009 en la La República
Cuando analizo el cuadro de nuestra educación superior, me embarga un curioso sentimiento que gira entre la sorpresa y el desconcierto. La primera impresión es que parecería dominar la creencia de que esa clase de instrucción es privativa de la universidad. Todo lo relacionado con técnicas se hallaría, para muchos, situado en un margen minusvaluado. En un país minero, extrañamos la existencia de una Escuela de Minería, que no prepare ingenieros sino técnicos. En un país orgulloso de su textilería, falta una Escuela que forme a los especialistas. Bastaría con inventariar el grupo de especialidades que no tienen dónde formar a sus técnicos. El ‘mando medio’ perturba a muchos, porque todo lo concerniente a su manejo no es, ciertamente, asunto universitario. Pero es asunto de las Escuelas Superiores. Bastaría con mirar qué ocurre en Francia, donde son más los Presidentes de la República surgidos de las Grandes Ecoles que de La Sorbonne. De qué nos sirve vanagloriarnos por la industria pesquera, si no podemos acudir a ninguna institución dedicada a la investigación y al estudio de ese mundo.
De lo que poco se habla es de la relación que el Ministerio de Educación tiene con estos problemas. Tengo muy claro que es de plena competencia del Ministerio todo lo relacionado con el mundo escolar: inicial, primaria y secundaria. Profesores y alumnos pertenecientes a ese mundo dependen del Ministerio de Educación. Creo que, en esta hora, vale la pena preguntarse, analizar y reflexionar sobre la educación superior. Es importante y necesario porque debemos reconocer, para empezar, que si enseñanza y aprendizaje escolar dependen del Ministerio de Educación, a él estarán subordinadas las Escuelas de Formación: todas las Normales son, así, institutos de enseñanza superior.
En el mundo universitario podríamos distinguir: Facultades, Escuelas e Institutos. Escuelas serían Bellas Artes, Artes y Oficios, Escuela de Música, Escuela de Medicina, Escuela de Veterinaria, Facultad de Derecho, Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Ciencias Sociales. Nada de esto constituye una propuesta, sino apenas un muestrario del complejo campo al que deberíamos dedicar buena atención.
Las universidades otorgan grados: Licenciado, Magíster y Doctor. Las escuelas otorgan títulos: abogado, médico, profesor, educador. Asunto que exige larga meditación es, ciertamente, el referido al organismo que gobierne y dirija este complejo científico. Pienso por el momento en un Consejo Superior de Ciencia y Cultura, totalmente independiente. Obligación central de este Consejo sería ejercer supervisión sobre la calidad de la enseñanza y de la investigación en cada organismo. Deber del Consejo es asegurar que la tarea fundamental de los organismos de educación superior sea la investigación y el trabajo en equipo. El Director de tal consejo debe ser, como el Contralor General de la República, responsable ante el Congreso, y será elegido en asamblea de rectores de las instituciones que integren el cuerpo de universidades, institutos y escuelas.
El lector puede extrañarse de que no quede aquí planteada la posibilidad (y no la urgencia) de que las municipalidades asuman responsabilidad en relación con temas pedagógicos. Creo que todavía no estamos en condiciones de plantearnos tal cosa. ¿Por qué? Primero, deberíamos convocar a los ‘políticos’ para que nos digan (o para que nos oigan) qué piensan sobre nuestro mundo rural, que es un modo de apreciar ‘su’ idea sobre el porvenir inmediato. Debemos admitir que antes de resolver solamente qué juzgamos necesario dar y enseñar, se nos hace imprescindible saber qué necesitan los jóvenes a quienes debemos educar. Lo imprescindible es ayudar a mejorar la educación.
Para ello debemos movilizarnos. Necesitamos combatir una educación desnivelada, y trabajar para conseguir una educación que logre que todos seamos iguales, desterrando así la desigualdad. ¿Por qué no creer que empezamos a ganar algo con haber iniciado la incorporación a la carrera pública magisterial? Innovar es una auspiciosa manera de desterrar la molicie y el conformismo.
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