ARTÍCULOS DE ASOCIADOS
Analfabetismo y progreso
Por: Luis Jaime Cisneros
Publicaco el 09/08/09 en La República
¡Albricias! Agosto se ha iniciado dando la cara, felizmente, a la cultura. Simultáneamente (hay que decirlo) lo ha dañado el ominoso golpe del terror en Ayacucho. Pero prefiero exaltar los datos positivos, que miran el porvenir valorando los esfuerzos del espíritu. Por un lado, Feria del Libro, que exhibe la marcha intelectual del país. Por otro lado, X Congreso Latinoamericano de Lectura y Escritura, responsabilidad que le ha tocado asumir al Perú. En un país dividido recelosamente por el lenguaje, hay que celebrar estos hechos con esperanza y fe.
Libro y lectura son temas que conviene saborear. Reflexionar sobre ellos vale tanto como meditar sobre las armas de que nos valemos para defender y enaltecer al Perú. No solamente puede haber enemigos externos. Debemos aprender a defendernos de nuestras propias incurias, de nuestros errores ideológicos, de nuestra oscura ambición por el dinero, de nuestro latente racismo, de nuestra porfiada ignorancia y, sobre todo, de no haber aprendido a distinguir y valorar al prójimo. La escuela debería haber alertado sobre eso en las horas dedicadas a la educación cívica. La cultura no está reducida a asuntos literarios o artísticos.
Incluidos en el campo cultural están también el trabajo y la salud. Están los deportes. Están las profesiones y los oficios. Y están también ‘los otros’. Ahí reconocemos a colegas, amigos y adversarios. En los libros descubrimos esta hermosa verdad.
Todavía debemos reconocer que no hemos desterrado el analfabetismo. ¡Es un cáncer social! Por un lado, celebramos nuevos monumentos que extienden nuestro patrimonio cultural, para gozo y admiración de los turistas. Y no bajamos la cara para reconocer abiertamente que todavía tenemos analfabetos, compatriotas nuestros. Celebramos avances en medicina y física nuclear, y reconocemos que hay analfabetos. ¿Por qué dejamos que surjan instituciones dizque interesadas en la educación superior, y no acertamos a formar grupos alfabetizadores surgidos de las grandes unidades escolares, como un claro testimonio de la general preocupación por el saber de los otros?
Hay que salir de la torre de cristal, cruzar la plaza y tropezar en el mercado, como en la antigua Edad Media, con la gente que compra y tiene hambre de pan y lectura. Así descubriremos que nuestra lengua natural se bastaba para acercarnos a los otros, y asistiremos a un soñado acuerdo pentecostal porque comprobaremos que ‘los otros’ nos entienden, nos comprenden y aquilatan nuestro fervor y son capaces de vibrar al unísono con esos sentimientos que acompañan a la expresión.
Comprobaremos que cuanto más cerca de la masa estemos nos descubriremos bien cerca del hombre sujeto de la historia. Habremos, por fin, humanizado nuestra comunicación. El humanismo contemporáneo no cultiva el soliloquio, sino que sale en busca de ‘los otros’ para reconstruir en el diálogo con el hombre, el único camino que conduce a las esencias. Debemos aceptar que es la hora del encuentro con el progreso. Si de verdad nos preocupa la cooperación debemos tener presente que todo progreso en materia de civilización y de cultura en una sociedad está estrechamente vinculado, como advirtió Vico, con los problemas y con las exigencias de la comunicación lingüística a que deben enfrentarse los hablantes.
Triunfo del siglo XX fue confirmar al lenguaje como instrumento ideal de la comunicación entre los pueblos: su constante ejercicio nos ha devuelto la imagen del prójimo. “Tú eres mi prójimo” fue la gran adquisición. Por eso de lo que ahora debemos preocuparnos es de estudiar para descubrir cómo juntarnos solidariamente para construir una cultura de paz en un mundo que parece condenado a olvidar el cauce vigoroso del humanismo grecolatino, cuya savia sigue nutriéndose cada vez que miramos al hombre en el espejo de nuestros sentimientos íntimos. Urge llegar a la plaza de ese nuevo consenso, donde sea posible desterrar la ambigüedad y evitar el horror del lugar común. Las buenas lecturas nos ayudarán.
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