ARTÍCULOS DE ASOCIADOS
Universidad y reflexión
Por: Luís Jaime Cisneros
Publicado el 19.07.2009 en La República
En el 2006, en los Estudios Generales Letras de la Universidad Católica se convocó a los estudiantes a un concurso de ensayo. El tema estaba mirando al porvenir inmediato: “La universidad que queremos”. Nos interesaba explorar la relación entre conocimiento y sociedad. Los ganadores fueron dos estudiantes que cursaban su primer semestre en la universidad. El alumno cuyo trabajo respondía al seudónimo de Lunarejo pensaba ser antropólogo. En el seudónimo Franco Polizón se había refugiado un muchacho que quería ser periodista.
Este último se propuso un ensayo que buscaba “resaltar que el trabajo universitario se enfrenta a una serie de ideas arraigadas en la sociedad”, y se veía asistido por una problemática compartida por todos sus compañeros. Para uno de los finalistas, nuestra realidad social exigía “una mayor preocupación en el aspecto educativo, sobre todo en relación con lo que las otras sociedades podrían demandar”. Para confirmar su orientación educativa, y tras reconocer que el racismo imperante es base de exclusión para muchos grupos, insistía en afirmar que la mentalidad discriminatoria existente era “la más clara explicación de la cruenta realidad peruana: un país donde unos son más iguales que otros, y en donde los ‘menos iguales’ cambian voces de protesta por gritos de orientación y violencia”.
Los dos trabajos ganadores del concurso eran bien distintos, y por eso nos ofrecen clara idea de las corrientes de opinión que constituyen fuentes de preocupación para un estudiante recién egresado de la escuela secundaria. El trabajo de Lunarejo encaraba abiertamente el tema de nuestra universidad: “El Perú es un país diverso, por lo que una adecuada comprensión de su realidad social es casi un imperativo. La sociedad peruana es una de las más heterogéneas del globo”. Por comprender esta realidad, su ensayo propugnaba que “la conciencia social y la comprensión plena de la realidad nacional serán mecanismos muy útiles en el inicio de las reformas solicitadas por la población mayoritaria”. ¿Cuántos estudiantes podrán repetir estas consignas?
El trabajo con que Franco Polizón comparte el premio centra su reflexión en la estricta tarea universitaria. El núcleo de la reflexión se refiere a “la relación entre la civilidad y la universidad”. El autor defiende la idea de que “el reto global de la universidad es crear conciencia y promover la reflexión permanente, para evitar el efecto del letargo que lo cotidiano produce, y así acabar con cierto conjunto de conceptos sociales visiblemente contraproducentes, y de esta manera participar en una configuración más humana de la sociedad”. Sociedad y porvenir se hallan claramente enfocadas en el horizonte.
Ambos finalistas dedican algunas líneas para explicar el papel que las Humanidades (y, sobre todo, la ética) desempeñan en la formación universitaria. Que la universidad es ‘foco de cultura’ es la idea medular. Al desarrollar esta idea, una preocupación queda puesta en relieve para este Polizón: “el aspecto de la universidad referido a lo ético y a los deontólogico”. El alumno se manifiesta consciente de “una realidad alarmante”: “la universidad ha sido invadida por las ideas pragmáticas de la sociedad”, y esta realidad puede conseguir que “el sentido pragmático puede vencer al ético y al deontológico en la formación estudiantil”.
¿Qué información obtendríamos si organizásemos un concurso sobre el mismo tema y convocásemos a todos los alumnos que inician sus estudios universitarios? ¿Para cuántos de esos candidatos la ética tiene la responsabilidad que le atribuye este ‘cachimbo’? ¿Cómo ha contribuido la escuela a asegurar esta preocupación en todo alumno que termina su secundaria? Un concurso como el organizado en los Estudios Generales de la Universidad Católica sirve, por eso, para reflexionar.
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