viernes, 22 de octubre de 2010

TRIBUNA ABIERTA

Competitividad: La gran tarea del Perú
Revista Business
En los últimos años, el Perú ha incrementado de manera importante su competitividad, a partir de la mejora en la infraestructura del país, la estabilidad macroeconómica, la apertura comercial y el desarrollo de su mercado financiero, entre otros factores. Como resultado, nuestro país ha escalado en el Informe Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, que es el ranking más importante en lo que a competitividad se refiere.

Se trata de un logro destacable, que refleja lo bien que el Perú está enfrentando un tema que abarca múltiples aristas. Pero para alcanzar mejoras significativas se requiere una política coherente por parte del Es­tado y el sector privado, a fin de armonizar lo que en conjunto engloba la definición de competitividad. Allí que­da mucho por hacer.

Dado el enorme impacto que tiene el incremento de la competitividad de un país en su crecimiento económico y en el bienestar de su población, resultan necesarias algunas reformas para que el Perú consolide una trayectoria de constante mejora. Es más, urge tomar medidas para revertir algunas tendencias peligrosas relacionadas con la competitividad y que podrían limitar el crecimiento económico del país en el mediano y largo plazos.

El concepto

Comencemos señalando que la competitividad permite comparar la situación de un país con respecto a los demás. Se puede decir que es un concepto que indica qué tan eficiente es un país frente a los otros.
«La competitividad es un concepto de largo plazo y se resume en una sola frase: aumento de la productividad de una economía. Ojo: la productividad, en el corto plazo, casi no es nada; pero en el largo plazo lo es todo», afirma Jorge González Iz­quier­do, catedrático de la Universidad del Pacífico.
De lo que se trata, entonces, es de incrementar la productividad de los factores de producción, esencialmente el ca­pital y el trabajo. Ahora bien, son di­ver­sas las variables que impactan en la productividad, como la educación, la sa­lud, el cambio tecnológico, la infraestructura, la seguridad, la calidad de las instituciones y el tamaño del mercado.

Competitividad generalizada

Pero no basta que un país sea competitivo solo en un sector, pues debe existir armonía entre los diferentes rubros económicos para asegurar la competitividad del conjunto. El objetivo es incrementar el bienestar de la población, garantizando un crecimiento sostenible.

«El fin último de la competitividad es la generación de empleos de calidad y mayores ingresos para la población. Antes no nos preocupábamos mucho de la competitividad porque los mercados estaban cerrados. Ahora, sin embargo, el mundo camina hacia una cada vez ma­yor globalización», afirma Jorge Chávez, presidente ejecutivo de la consultora Maximixe.



Una manera de mejorar el bienestar de la población es incrementando la calidad del empleo. Innumerables estudios han demostrado que existe una relación directa entre la productividad y el ingreso. Por ejemplo, el estudio On the role of productivity, del BID (que abarca el pe­riodo 1960-2005) concluye que la baja productividad y su lento crecimiento en los países de América Latina son las razones que explican el menor ingreso de esta región, en comparación con los países más ricos. De ahí la importancia de incrementar la productividad y, por ende, la competitividad de un país.

Ranking global

En este sentido, los resultados del Informe Global de Com­pe­ti­ti­vi­dad 2010-2011 dan cuenta de un importante avance del Perú, que ha conseguido mejorar su posición en el ranking: ha subido cinco posiciones, con respecto al año pasado, colocándose en el puesto 73 de 139 países. En los últimos dos años el avance ha sido de 10 posiciones. «Este adelanto es destacable. El Perú logró avan­zar más en el ranking que cualquier otro país de América Latina», refiere Wilfredo Giraldo, director del Instituto para la Calidad Empresarial de la Uni­versidad de San Martín de Porres.

Nuestro país todavía se encuentra detrás de Chile (puesto 30), Costa Rica (puesto 56), Brasil (puesto 58), México (puesto 66) y Colombia (puesto 68). «En el caso del Perú, si bien se han realizado avances respecto de sus pares en la región, en comparación con los países del Asia o Europa Oriental estamos quedando rezagados», advierte César Fuentes, catedrático de la Uni­ver­sidad Esan.

Se requiere entonces avanzar a una mayor velocidad. Debemos mirar más detalladamente los diferentes elementos que conforman el concepto de competitividad para tener una idea más clara sobre la evolución de cada uno de ellos.

El pilar macroeconómico

Hay consenso en que se ha conseguido notables logros en el pilar económico. Si revisamos las políticas macroeconómicas, tanto la fiscal como la monetaria, podemos constatar la existencia de un manejo razonable en los últimos 20 años. Sin embargo, según el Foro Eco­nó­mico Mundial, en lo que se refiere a estabilidad económica el Perú ha registrado un retroceso, del puesto 67 al 75, resultado que desentona con la percepción que tenemos del manejo macroeconómico en nuestro país.

Más allá de ello, el fuerte crecimiento de la economía y la inflación suficientemente controlada son los aspectos macroeconómicos que destacan. «Ade­más, el Perú ha sido uno de los países con mejor desempeño durante la crisis mundial, pues ha salido más rápidamente de la desaceleración económica», subraya Jorge Chávez.

Son esos factores los que están ayudando a consolidar al país como un importante destino para las inversiones internacionales. «Pero el concepto de po­­lítica de mercado es mucho más am­plio. En el Perú tendemos a pensar que es suficiente lograr estabilidad en las cuentas fiscales y monetarias. Gran parte del sector empresarial y financiero del Perú no entiende que existen otros factores que son igual de importantes», reflexiona César Fuentes.

La infraestructura

Según el informe del Foro Económico Mundial, se ha conseguido una mejora significativa en lo que concierne a la infraestructura, ya que hemos pasado del puesto 110 al 88 en los últimos dos años. Ciertamente, el gasto en este rubro se ha incrementado de forma considerable; a pesar de ello, es uno de los puntos que requiere un avance más raudo, ya que la capacidad de crecimiento económico de un país está muy estrechamente ligada a la calidad de su infraestructura.

Resulta claro que el impacto, en la productividad, de la inversión en in­fra­estructura es directo, ya que reduce los costos de transporte. En consecuencia, al contar las empresas con mejores servicios y a menores costos, mejoran sus condiciones para competir a nivel global. En suma, la infraestructura torna al aparato productivo en más eficiente.

«Frente al rezago que tenía el país en infraestructura hace cinco años, respecto a sus pares de la región, se ha avanzado. Sin embargo, no seguir haciéndolo implica conspirar con la visión exportadora del país», advierte César Fuentes.

Amplia brecha

Es cierto que se ha registrado una mejora importante, pero también es innegable que la brecha de infraestructura sigue sien­do amplia. Considerando un horizonte de tiempo de 10 años, el Instituto Peruano de Economía estima esta brecha total de infraestructura asciende a 37 760 millones de dólares (alrededor del 30% del PBI). El sector transportes es el que demanda mayor inversión para ce­rrar la brecha que enfrenta (37% del to­tal), seguido por los sectores eléctrico y gas natural (31% del total). Por su parte, las necesidades de inversión del sector saneamiento constituyen el 16,7% del total y, en último lugar, la brecha de telecomunicaciones representa el 14,4% del total.

Si queremos consolidarnos como país exportador, tenemos que trabajar mucho en mejorar nuestra eficiencia; para ello es fundamental el desarrollo de la llamada logística de entrada y salida de mercaderías. El crecimiento de nuestra oferta exportadora está develando enormes carencias en este sentido. Los aeropuertos ubicados en las diferentes regiones del país devienen en insuficientes; lo mismo sucede con las carreteras y los puertos.

Hay que destacar, particularmente, la deficiencia en la calidad de la infraestructura portuaria, que es la que más salta a la vista. Se requiere urgentemente impulsar mayores inversiones y concesiones. «Recién estamos modernizando el puerto del Callao, con la apertura de muelles manejados por Dubai Port y con la eventual concesión del Muelle Cinco. Muchos países de Sudamérica ya han avanzado en esta dirección en los últimos 10 años», comenta César Fuentes.

Difícil geografía

La deficiencia de infraestructura afecta más a la competitividad de las zonas de la sierra y la selva, además que restringe en estos mercados los beneficios del dinamismo que se registra en la costa del país. Por otro lado, teniendo en cuenta la agreste geografía peruana, la infraestructura se torna primordial como elemento integrador del país. «Actualmente existe una frágil infraestructura fuera de las áreas de Lima y algunas zonas de la cos­ta», precisa César Fuentes.

Cerrar la enorme brecha en infraestructura escapa de las posibilidades del sector público, que cuenta con recursos limitados. Por eso es importante la participación del sector privado, ya sea a través de asociaciones público-privado, concesiones o privatizaciones, entre otras modalidades. De hecho, según re­co­noce el Foro Económico Mundial, aque­llos países que cerraron la opción de participación para el sector privado tienden a presentar una calidad menor de infraestructura.

Permitir a las AFP invertir en infraestructura ha sido un importante avance que ya está dando frutos; pero no sucede lo mismo con las asociaciones público-privado, cuyo marco legal todavía re­quiere de algunos ajustes.

Cuellos de botella

En suma, el fuerte crecimiento de la economía ha puesto de manifiesto varios «cuellos de botella» por el lado de la infraestructura. Conforme continúe ex­pan­diéndose la producción nacional y se desarrollen más nuestras exportaciones, se va a incrementar la demanda por una infraestructura más sofisticada y de mayor calidad.

Así, como señala Jorge Chávez, si no se cuenta con una infraestructura básica de calidad, las mejoras que se consigan en los otros elementos que componen el concepto de competitividad van a encontrar muchas dificultades para traducirse en una mayor productividad.

Innovación y desarrollo

A pesar de que en los últimos años se han registrado avances en la promoción de actividades vinculadas a la ciencia, la tecnología y la innovación, nuestro país aún está muy rezagado en ese aspecto. Es más, en innovación hemos retrocedido, según el Foro Económico Mundial, lo que es una muy mala noticia: ya estábamos en los últimos puestos el año pasado (109) y ahora estamos en la ubicación 110. Ello refleja la carencia de un plan integral para el desarrollo de la innovación.

La inversión en investigación y desarrollo como porcentaje del PBI, por ejemplo, en el Perú es una de las más bajas de la región. Se estima en aproximadamente 0,15%, mientras que en Brasil bordea el 1% y en Chile representa más o menos 0,7%. En general, los países líderes a nivel mundial invierten más del 2% de su PBI en innovación.

Esta realidad tampoco es coherente con la tarea de desarrollar nuevos productos para la exportación, ya sea de la sierra o la selva del país, porque ello requiere precisamente invertir en innovación y desarrollo.
Según diversos estudios, se necesita incrementar la investigación en este rubro en aproximadamente 240 millones de dólares para lograr que represente el 0,5% del PBI, porcentaje que es el promedio de la región. Se calcula que el presupuesto público dirigido a la ciencia y la tecnología debería expandirse a tasas anuales de 7% u 8% para alcanzar el mencionado promedio.

Sin embargo, previamente hay que delinear una estrategia nacional que articule las iniciativas de los sectores público y privado. Todo ello debería complementarse con el establecimiento de incentivos a la inversión en investigación y desarrollo.

Sistema Nacional de Innovación

Según Wilfredo Giraldo, para dar el salto estratégico de desarrollo productivo y producir bienes con mayor contenido de información, tecnología y conocimiento, es imperativo reforzar el Sistema Na­cio­nal de Innovación, pasando por tres áreas de acción: modernización de la in­fraestructura tecnológica, formación de recursos humanos y mayor disponibilidad de financiamiento para la investigación y la innovación.
«No solo el Estado tiene que desarrollar esta tarea. Un esquema que ha dado buenos resultados en Brasil y Estados Unidos es una alianza entre las universidades y el Estado», sugiere por su parte César Fuentes.
La experiencia ha demostrado que la investigación impacta de manera contundente en la productividad, y es uno de los factores determinantes de la competitividad en el largo plazo. De hecho, es un elemento que apuntala el crecimiento sostenido en una economía.

Los aspectos vinculados al desarrollo del capital humano emergen también como urgentes para elevar la competitividad del país. En efecto, es en educación y particularmente en salud donde hay mucho por avanzar.

El sector educación

La educación afecta la productividad del capital humano y a través de ella impacta en el bienestar de las personas, ya que determina su nivel de remuneraciones. Por ejemplo, los trabajadores que tienen educación superior ganan, en promedio, casi el triple de aquellos que solo tienen educación primaria. El mercado retribuye mejor a los trabajadores más productivos.

Mirando a mediano y largo plazos, la educación que se proporcione hoy va a jugar un rol preponderante, porque el crecimiento que experimenta la economía cada vez va a estar menos sustentado por la exportación de materias primas. «Vamos a tener que comenzar a producir bienes y servicios de mayor calidad y complejidad en el futuro; la única forma para lograr esto es con una plataforma educativa muy competente», explica Jorge González Izquierdo.

Según el Foro Económico Mundial, no hemos avanzado ni retrocedido en educación, a pesar de las reformas que se han venido aplicando en los últimos años. Sin embargo, es evidente que la reforma de la Carrera Pública Ma­gis­te­rial ha sido una medida importante; su consolidación e implementación serán de­­terminantes para mejorar la educación.

Como se recuerda, los resultados del Perú en la prueba internacional PISA en alfabetización matemática, científica y lectora de estudiantes de 15 años están muy por debajo del promedio de la región latinoamericana. A pesar de que la cobertura de la educación primaria es notable, por ejemplo, también es cierto que el nivel de los docentes es bajo y la calidad de la infraestructura es escasa.

Necesidades básicas

Ahora bien, los cambios en el sistema deben considerar de antemano que las necesidades básicas del niño estén cubiertas, para maximizar los beneficios del proceso de aprendizaje.

Ojo: se ha identificado que el 30% de los niños de menos de cinco años ha tenido raquitismo entre 2000 y 2007, hecho que impide un aprendizaje adecuado. Mecanismos que involucren más a las personas directamente interesadas (como los padres de familia o las comunidades), con el objetivo de mejorar el desempeño del sistema educativo, han sido propuestos y constituyen una alternativa interesante.

En lo que concierne a la educación su­­perior pública, se requiere un plan in­te­­gral para transformar la compleja realidad de las universidades nacionales. En general, la educación superior en el Perú todavía dista mucho de ser considerada competitiva, a pesar de que existe una oferta amplia, en términos de cantidad.

En efecto, el número de universidades se ha incrementado de manera considerable, pero no existen estándares para la calificación de las mismas. «Hay que introducir un sistema de certificación y calificación que permita mejorar el desempeño de las universidades y los colegios», opina Jorge Chávez.

Ahora la mayor demanda es por profesionales técnicos. Ahí hay un gran reto: desarrollar institutos técnicos de calidad, superando los prejuicios que existen respecto de la educación técnica. Introducir incentivos claros a la capacitación laboral es otra arista clave para mejorar la productividad. Se ha promulgado la Ley de Promoción a la Inversión en Capital Humano, que constituye un avance; pero aún las empresas no se animan a invertir masivamente en la capacitación de su personal.

El sector salud

En cuanto a lo servicios de salud pública, los recursos que se destinan a este sector son insuficientes, según César Fuentes. «A ello hay que añadir la duplicación de funciones por parte de las diferentes instituciones que operan en este sector, co­mo el Ministerio de Salud, el Instituto Peruano de Seguridad Social, las Fuerzas Armadas y el sector privado», agrega el catedrático de la Universidad Esan.

Hay que destacar que el gobierno actual ha introducido dos elementos importantes: el Seguro Integral de Salud (SIS) y el Aseguramiento Universal. «Son buenos intentos, pero en la práctica el SIS tiene graves problemas porque no cuenta con recursos. El Aseguramiento Universal es también una iniciativa interesante, pero va a tomar muchos años plasmarla en la realidad», replica Jorge González Izquierdo.
En suma, gran parte de la población no tiene acceso a los servicios de salud, y si los tiene son de baja calidad. Una mayor focalización de la intervención pública en el sector salud y una reforma que garantice una mayor calidad de los servicios deberían orientar los futuros cambios.

La institucionalidad

Ciertamente, uno de los factores críticos para la competitividad tiene que ver con el tema institucional. Lo que apreciamos hoy es principalmente fragilidad, que se refleja en el hecho de que las reglas de juego puedan cambiar repentinamente o que dependamos mucho de liderazgos, ya sea presidenciales o empresariales. De hecho, el Perú se ubica en el puesto 96 en cuanto a institucionalidad, según el Foro Económico Mundial. «El Perú hoy día es un país no institucionalizado o, siendo benévolos, escasamente institucionalizado», señala Jorge González Izquierdo.

Un ejemplo que grafica la importancia del desarrollo de las instituciones en la economía de un país es Colombia. Como se sabe, este país enfrenta el problema de la violencia política y el narcotráfico; sin embargo, la inversión directa extranjera que llega a este país supera a la que viene hacia el Perú.
«Nuestro país no tiene los problemas de Colombia; además nosotros poseemos el grado de inversión y el país norteño no. Pero Colombia es más atractivo que Perú para las inversiones, porque es un país más institucionalizado», argumenta González Izquierdo. Aquí no existe un tejido institucional que brinde tran­quilidad y respeto a las reglas de jue­go, algo vital para atraer las inversiones.

«Es importante mantener las reglas en aspectos críticos, como el derecho de propiedad, la independencia del Poder Judicial, la predictibilidad de las decisiones de los reguladores, etcétera», precisa César Fuentes.
Solucionar esta falencia va a tomar tiempo, porque las instituciones se forjan en el largo plazo; por eso es preciso que los sectores público y privado coincidan en resaltar su importancia. Un elemento que juega en contra es que los be­ne­ficios de contar con una sólida base institucional se aprecian fundamentalmente en el largo plazo y sus efectos a corto plazo casi no se pueden apreciar. Esto dificulta una decisión política inmediata.

Reforma del Estado

Jorge González Izquierdo pone en relieve la necesidad de una reforma del Estado para abordar una descentralización efectiva. Según el catedrático de la Universidad del Pacífico, han pasado 20 años desde que se dieron las primeras medidas encaminadas a lograr una ma­yor descentralización; sin embargo, la ac­­tividad económica, administrativa y política se sigue concentrando en Lima. «El esquema de las regiones no ha podido solucionar ese problema», dictamina González Izquierdo.

No menos importante es la seguridad ciudadana. Hoy día México reconoce que uno de los graves escollos para mejorar sus resultados económicos es la elevada inseguridad ciudadana que existe, pues este país está asolado por los narcotraficantes. Otro caso similar es Venezuela, que está sumida en una violencia que está cobrando muchas vidas anualmente.

La regulación y los monopolios

Dado que el tamaño del mercado peruano es relativamente pequeño, se aprecia estructuras monopólicas u oligopólicas en una gran cantidad de sectores. «El alto grado de concentración de algunos mercados es un factor limitante. So­la­mente una o dos empresas son las que pre­dominan; eso afecta al nivel de competencia. Esto se puede ver en el caso del cemento, la cerveza, etcétera», precisa Jorge Chávez.
Por su parte, Jorge González Iz­quier­do resalta otra dimensión de la escasa institucionalidad en el país: en el Perú la ley antimonopolio no se aplica, aunque existe desde la década de los noventa. «En el Perú los monopolios tienen muchas libertades», agrega el catedrático de la Universidad del Pacífico.

Fomentar la competencia en los mercados es la mejor manera de incentivar la competitividad. Eso obliga a las empresas a ser innovadoras y a desarrollar mejores bienes y servicios constantemente, pues de lo contrario simplemente salen del mercado. «Una vez que se ha conseguido un nivel de competencia elevada, recién se debe pensar en esquemas de tax credit que estimulen, por ejemplo, la capacitación dentro de las empresas», plantea Jorge González Izquierdo.

Respecto a la sofisticación del mercado, el Perú también muestra un retraso. Jorge Chávez refiere que eso se debe a que no existe un desarrollo importante en lo que se refiere a las cadenas productivas y clusters. De hecho, en muchas actividades, sobre todo manufactureras y agroindustriales, el grado de asociación entre empresas es bajo.

«Eso es un problema, en el caso del Perú, en la medida que el tamaño de las empresas o de los productores que existen en cada uno de los mercados es muy pequeño. Con una oferta muy fragmentada no se puede aspirar a niveles de competitividad altos», comenta Jorge Chávez.

Clima de negocios

Por otro lado, se están dando pasos im­portantes en lo que se refiere al clima pa­ra hacer negocios, como se puede apreciar en los resultados del último ranking de la revista Forbes. En un año, nuestro país ha conseguido escalar 13 posiciones (desde la 62 hasta la 49), consolidándose como el segundo mejor destino de la región para hacer negocios.

Por su parte, el Informe de Com­pe­ti­ti­vidad Global 2010-2011 recoge, a través de una encuesta, cuáles son los factores más problemáticos para hacer negocios. En el caso del Perú, la burocracia gubernamental se mantiene como el principal obstáculo, al que hay que su­mar la corrupción y las limitaciones en la regulación del mercado de trabajo.

«Se han deteriorado los indicadores re­feridos al número de procedimientos y can­tidad de tiempo requeridos para iniciar un negocio en el Perú», comenta Wilfredo Gi­ral­do, coordinador nacional del Programa Internacional Lean 6 Sigma, financiado por el BID.

El rol de las empresas

Es en las empresas donde se encarna y dinamiza, en gran medida, la competitividad; a través de ellas se despliegan sus beneficios en un país. Considerando todos los elementos que comprende la competitividad, el rol de las empresas es generar valor agregado e innovar en los nichos donde operan.

Las señales del Estado hacia las em­presas deben ser claras; es decir, tiene que estimular la eficiencia y la innovación, y desanimar a los monopolios, los oligopolios y la visión mercantilista.

Se ha avanzado bastante, desde co­mienzos de los noventa, en la implementación de una mayor competencia en el mercado local. A pesar de ello, en opinión de Jorge González Izquierdo, todavía existe una apreciable proporción de empresarios que no ha desarrollado una cultura de competencia y más bien cree en el rentismo, pues busca protección y favores por parte del Estado.

Estado y sector privado

No obstante los esfuerzos realizados, no existen instituciones efectivas que canalicen la coordinación entre el Estado y el sector privado para fomentar, en el largo plazo, la competitividad y el desarrollo armónico de la economía. El Centro Na­cional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) debería ser el organismo rector, pero no cuenta con recursos suficientes para constituirse en un foro de discusión de los grandes temas.

«No existe una institución que articule eficazmente la visión de futuro que requiere el país. Es imprescindible pensar de manera prospectiva lo que va ser del Perú en los próximos 20 o 50 años», señala César Fuentes.
En lo que concierne a la competitividad, la situación del Perú está claramente diagnosticada. Sin embargo, el progreso en este tema es todavía limitado, porque (como ya se mencionó) la inversión que se destina a ella tiene réditos solo a largo plazo, lo que desalienta a los go­biernos de turno para tomar decisiones audaces.

Para abordar los grandes temas que implican mejorar la productividad se tiene, sin duda, que llevar a cabo profundas reformas estructurales. Esta tarea no es sencilla, porque llevar adelante dichas reformas genera rechazo. Este gobierno, por ejemplo, tuvo que enfrentarse frontalmente con el Sutep para modernizar la educación; lo mismo sucede en el sector Salud y otras áreas.

No es fácil entonces emprender re­formas estructurales, pues requieren de mucha fortaleza política por parte del gobierno, además del apoyo de la ciudadanía. Pero son medidas indispensables para afianzar la estrategia del país.

La visión a futuro

La tarea de desarrollar el país en base a sus exportaciones conlleva el lanzamiento de productos con mayor valor agregado; es decir, superar nuestra actual situación de exportadores de minerales y productos agrícolas.

«El 75% del valor que exportamos está conformado por materias primas. Los países que están en la vanguardia de la competitividad exportan fundamentalmente productos de alta tecnología», manifiesta Jorge González Izquierdo.

Otra señal que revela nuestro rezago en términos de competitividad es el ni­vel de pobreza que existe en el país. Este flagelo castiga al 34% de la población, mien­­tras que la extrema pobreza alcanza al 11% de los habitantes del país; aunque hay que destacar que se han conseguido notables logros en el último lustro.
«Muchos países con una estructura exportadora primaria han transitado hacia el desarrollo con productos de ma­yor valor agregado. Ese es el camino que el Perú debería seguir», opina César Fuentes. Ese es el derrotero que llevará al Perú hacia un desarrollo armónico en cuanto a competitividad.

Pero hoy la senda de la competitividad en la que está nuestro país aún no incorpora totalmente varios elementos importantes, como la innovación tecnológica, el desarrollo del capital humano y la infraestructura productiva. «Por otro lado, todavía se encuentra en desarrollo el compromiso para la acción por parte de todas las organizaciones del gobierno, el sector privado y la academia. La idea es que todos contribuyan per­manente-mente en el desarrollo de las actividades productivas», subraya Wil­fredo Giraldo.

Lo positivo es que estamos avanzando. El gran desafío es armonizar una estrategia dirigida a mejorar todos los aspectos que involucra el concepto de competitividad y lograr su sostenibilidad en el tiempo. Esa será la garantía de un mejor porvenir para nuestra población.

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