jueves, 10 de diciembre de 2009

ARTICULOS DE ASOCIADOS

Educación y globalización
Por Luis Jaime Cisneros – La República

Nadie duda de cómo la globalización ha obligado a modificar costumbres que parecían inconmovibles. Todos admiten que estamos viviendo los inicios de una sociedad del conocimiento y del consumo, y hay artículos por doquier que nos dicen cómo esto afectará a la economía, a las inversiones. A veces, también se menciona a la educación. Y ese es el terreno en que comprobamos cuán difícil es el acceso.
En lo que va del siglo hemos adquirido la evidencia de que radio, periódico y televisión han establecido una clara distinción, que la escuela no puede desconocer. Hoy, diariamente y desde tempranas horas, la noticia, la información está a merced de lectores y oyentes. Nada de lo que nos comunica está en los textos escolares. La escuela ve, así, restringida aparentemente sus áreas de interés. Debemos establecer, ante todo, una diferencia esencial. Todo lo que los medios nos ofrecen es información, noticia escueta. No es conocimiento, que nos convoca a análisis, comentario y debate. Pero esta realidad obliga a la escuela a modificar criterios y métodos, a fin de robustecer las vías de acceso al conocimiento. Esto constituye una primera alerta: el sentirse informado de lo que ocurre en el mundo va a reforzar la condición de ‘ciudadano del mundo’, que la escuela nunca supo despertar en el alumnado.
Para encarar esta situación, la escuela debe reemplazar (y ya lo planteó en su momento el entonces ministro Lynch) la concepción que ha venido presidiendo nuestra política educativa. Para formar ‘ciudadanos’, toda la educación secundaria ha estado teniendo como punto de mira la universidad. Y ocurre que todo el que fracasa en la vida universitaria descubre que no lo ha preparado para el trabajo. No aprendió técnicas ni oficios. Y no se siente vinculado con la comunidad. Pero ahora es necesario que al salir de la secundaria uno se sepa ciudadano de la ciudad y del mundo, con capacidad para actuar ante todo tipo de emergencia. Porque ahora el conocimiento es interdisciplinario, y como fruto del progreso tecnológico.
Y claro está: debemos modificar todos nuestra idea sobre la educación y reemplazar nuestra clasificación de estudios primarios, secundarios y superiores (que parecía encuadrar en un sistema rígido todo lo concerniente a la educación) por la idea de una educación continua. Lo precisó claramente el profesor Paulo R. Souza en su reciente visita al exponer sus ideas sobre ‘nueva sociedad y nueva educación’.
La escuela ha prestado atención a la condición de consumidores de los alumnos. Hoy tiene que entenderse obligada a considerar que, en adelante, deberá contribuir a la formación de ciudadanos productores, para cumplir adecuadamente su función en un mundo de cambios constantes en las técnicas de producción y donde “sectores enteros de negocios desaparecen y abren paso a la rápida creación de nuevos negocios y nuevas ocupaciones”. Persistir en un sistema que solamente conduce a la universidad es, rotundamente, encaminarse a una derrota frente al porvenir.
Interesa destacar que esta reforma de principios y métodos en materia educativa no es asunto solamente de los responsables de la organización escolar. Es necesaria la convicción de todos nosotros. Solo así facilitaremos la tarea esencial de cómo encarar una reforma. Si los medios de comunicación les facilitan a los estudiantes la información, la escuela debe asumir una tarea esencial: “hay que desarrollar en el estudiante la capacidad de aprender”. Eso significa que el alumno debe verse estimulado en un aprendizaje de leer, razonar y criticar. Es en el ejercicio continuo de estas habilidades donde el alumno descubrirá sus aptitudes para las profesiones, las tecnologías o la universidad. Y en el reconocimiento de tales habilidades se reconocerá ciudadano del mundo.
Para encarar nuestra actividad educativa, el Consejo Nacional de Educación preparó el Proyecto Educativo Nacional (PEN) 2006-2021. Su texto no solamente constituye un documento de obligada lectura y consulta para profesores y funcionarios. En realidad, es un vademécum que todos los ciudadanos debemos reconocer de urgente lectura. Así comenzará de verdad la reforma de nuestro sistema educativo.

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