TRIBUNA ABIERTA
Sí quiero ese ministerio
Por: Fernando Vivas
Por: Fernando Vivas
Fuente El Comercio
El pesimismo antipolítico ya dijo todo lo que tenía que decir contra el proyecto del ministerio de cultura: que daremos de comer a más burócratas ociosos, que haremos un saludo a la bandera y a todos los símbolos patrios, que le daremos en la yema del gusto a los culturosos diletantes, que hay otras urgencias del desarrollo, que el poder político se erigirá en juez de lo que se debe promocionar y, por lo tanto, habrá censuras y favoritismos por doquier.
¡Como si no hubiera ineficiencia, corrupción y tiranía en otras áreas del Estado! ¡Como si no estuviéramos obligados, ante estos peligros innegables, a conjurarlos con correctivos! En primer lugar, hay que exigir al próximo ministerio, si el Congreso aprueba la iniciativa del Ejecutivo, que honre los preceptos de la reforma del Estado en materia de eficiencia en la gestión y meritocracia en la elección de sus técnicos. El “Mincul” tiene que ser ejemplo de manejo ágil, descentralizado, moderno y desprejuiciado. Subrayo lo último porque hay quienes pueden entender que el tema cultural obliga a declaraciones, ceremonias y homenajes ahítos de solemnidad. No vamos a crear un “lobby” para vacas sagradas, sino un buen ambiente para la promoción cultural en todos los géneros, sones y colores.
En segundo lugar, el nuevo ministerio tiene que evitar la tentación del dirigismo y la bajeza de la censura. La única forma es definir criterios amplios sobre lo digno de conservar como patrimonio y lo digno de promover. Se deben democratizar, en manos de expertos elegidos por instancias de la sociedad civil, las decisiones sobre las obras y artistas que merecen los beneficios de la promoción, sea financiera, de asistencia técnica o formativa. Ya lo hace así el Conacine.
Por cierto, Cecilia Bákula, directora del INC, ya ha señalado, entrevistada por Mariella Balbi en este Diario el 8/11/2009, que el proyecto nacería desarmado en materia de gestión de la cultura viva si no se incluyen en él entes como el citado Conacine. En realidad, da la impresión de que el Gobierno, antes que honrar una promesa de campaña, quiere cumplir con ciertos estándares internacionales creando una cartera sin convicción. Algo similar sucedió con el Ministerio del Ambiente. Esperemos que el debate congresal corrija ese anunciado defecto bautismal.
Que el debate se libere de la lata antipolítica y ubique a la cultura en su estratégica multidimensionalidad, amiga del turismo y de la mirada que pasea sobre nosotros mismos.
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